sábado, 16 de agosto de 2014

El empresario de las narices

Los domingos son jodidos de por si. Suenan tristes de por si. Se presentan bochornosos de por si y te invaden la cabeza de sensaciones de dolor, soledad, te hacen sentir que estás perdiendo el tiempo, que tu vida no avanza hacía donde tiene que hacerlo, te dan ganas de hacer muchas listas en una libreta o de comerte cinco tarrinas de hagen dash de dulce de leche o  nueces de macadamia. (Incluso el debate mental sobre estos dos sabores te demuestra durante un domingo que no tienes ni idea de lo que quieres en la vida).

Los domingos no son creados para estar sola. ¿Pero con quien se suponía que tenía que quedar Asia Martínez? Nada me motivaba suficiente, y para lo que a mi me motivaba yo no era motivación suficiente, así que entrábamos en un bucle de desmotivaciones al que tenía que poner punto y final. Y cuando tengo que acabar con algo y luchar por mis ánimos me pongo la música a tope y me meto en la ducha, así que eso fue lo que hice.

Ley de murphy, en cuanto me meto en la ducha y saco mi lado más artístico cantando a todo pulmón 19 días y 500 noches (¡¡y el portazo sonó como un signo de interrogación!! - adoro esa frase-) suena el móvil. Separo la cortina y veo como encima del mueble se desliza por la vibración y está a punto de caer al suelo (mi consciencia se convierte en quinientos emoticonos de boca abierta, manos en la cabeza y media cara azul) y yo salgo disparada sin parar el agua, resbalo y caigo al suelo dándome un tortazo contra el armario. No puede ser. Busco el móvil mientras aguanto el dolor en el ojo izquierdo que tiene su propio latido. Descuelgo. "¿Sí?" (Deseo que al menos sea mister cupcake que se ha dado cuenta de que no puede vivir sin mi) Y una voz masculina y un tanto desconocida contesta "¿Asia?, Mira que soy Miguel, del evento, ¿te acuerdas?"

Miguel: 35 años. Trabaja en una empresa de márketing. Muy rico. Viste de traje y es agradable, buen cuerpo. Mirada intensa. Lo conocí la semana pasada en un evento que realizamos en un local de El Born, donde yo tenía que ir como encargada del carrito de cupcakes, vestida con un ridículo delantal y sonreír a todos los clientes. Pagaban bien. Miguel era el jefe del cotarro y quiso mi número, sólo, para futuros eventos.
O eso entendí yo, que soy así de inocente.

"Sí, me acuerdo  mucho !" (mi consciencia quería más trabajo para mí, a lo mejor, de cupcake en cupcake y tiro porque me toca podría reunir suficiente dinero para largarme a Australia con los canguros) (si no podía entender a los hombres igual podía entender a los canguros) (vale, dejémoslo, ¡voces de las narices!) 

"Era porque he pensado que podríamos hacer algo...hoy, si te apetece" 
Y de repente te encuentras con un plan de domingo. Y dudas. Y piensas que cualquier cosa es mejor que estar sola en casa. Aunque esta otra cosa sea quedar con un empresario que tiene la mirada intensa pero que no crees que te guste demasiado (por no decir lo más mínimo) pero quien sabe ¡quizá es el hombre de tu vida! <<¡inocente, tonta, estúpida! - las voces de mi consciencia jugaban al tabú>>

Quedamos en vernos a las ocho e ir al cine a ver alguna peli. A medida que se acercaba la tarde estaba más arrepentida de haber dicho que si y sentía que cada minuto de más, me apetecía menos ver al empresario. ¿Qué se hace en estos casos? Whatsapear a la amiga online. Y la que últimamente no fallaba nunca ¡Ester sin H! (empezaba a parecerme raro que una mujer con marido y una niña de dos años se pasara la vida "online") pero allí estaba ella, contestándome. Más que eso, le pareció tan absurda mi cita, y tan divertida mi aventura que dijo que si podía apuntarse al cine también. Que la niña estaba en casa de sus padres y su marido con el hermano por ahí. Así que la invité. Whatsapeé al "empre" y le dije que mi amiga se apuntaba, y si le parecía mal, dos piedras ¡que yo no quería sexo con él! (eso sólo lo pensé, no se lo dije, lógicamente).

Nos montamos en el coche de Ester, recogimos al "empre" en su casa. Fue raro verle sin traje negro, vaqueros y camiseta, más mono de lo que pensaba y amable sí, pero un poco...soso. No se, no hablaba mucho y cuando hablaba no me parecía interesante. Nosotras estábamos chisposas porque cuando estamos juntas, somos tal cual y sin preocupación alguna, por lo que el muchacho sí se estuvo riendo todo el camino.

En la cola para las entradas le estuve mirando un buen rato directamente a los ojos. Seguro que fue un error que pudo llegar a confundir, porque se sonrojaba y sonreía. Joder, yo lo único que quería comprobar era si saltaban rayos lasers de su mirada a la mía  y viceversa, pero una vez más no sucedió. ¿Por qué el único yedai capaz de manejar los lasers era mister cupcake? (hartita estaba mi consciencia)

Vimos una peli donde no me enteré de nada y a las palomitas dulces les faltaba color, cosa que no puedo soportar, porque lo de quedar con un hombre raro...bueno, es pasable, ¡pero lo de las palomitas no puedo! ¡es que no puedo!

Nos montamos en el coche y Ester dijo que ella tenía que ir a por su niña, qué dónde nos dejaba. Él dijo que en mi casa. ¡Pero tendrá morro! ¡Yo no le había invitado! Ester sin H me miró con una media sonrisa (se que deseaba que pasara algo para después poder reírse de mi) y nos dejó a los dos en el portal.

Mi objetivo era no subir a mi casa, así que me lo llevé al bar de enfrente y tomamos una cerveza, media hora. Ni un minuto más. Que poca energía, me aburría tanto que no daba crédito. Estaba a punto de catalogarlo como el peor domingo de mi vida y largarme para siempre del bar cuando me dio un repentino ataque de risa.

- Es que me lo paso tan bien contigo, me río tanto... - me dijo 

Y yo no pude resistirlo, empecé a reírme como una loca. No se si reía de sentirme absurda, de pensar que todo esto era ridículo o de la imagen que vino automáticamente a mi cabeza: yo vestida de payaso con una nariz roja haciendo movimientos ridículos mientras él me miraba y aplaudía.

- Que divertida eres, de verdad - insistió 

Lo que hice acto seguido no estoy aún muy segura de qué extraña fuerza me empujó a hacerlo y porque quise desafiar la ley de los rayos laser, pero le invité a mi casa. No se si podría definir aquello como un polvo, él sí. Se lo pasó bien, durante cinco minutos. Yo a penas noté nada dentro de mí. Cuando se iba a quedar dormido le dije que por favor, prefería dormir sola y le eché de mi casa.
No he vuelto a cogerle el teléfono.

Asia Martínez, tienes que aprender a no forzar aquello que no va a ninguna parte y más cuando lo ves desde el minuto anterior al cero.

Pero así soy yo, poniendo todo mi empeño hasta en los casos más perdidos. (mi consciencia se burlaba de mi). Fumé un cigarro en la ventana. Bebí un vaso de agua y cuando guardaba la jarra en la nevera vi esa lista. Coño, ahí estaba escrito EMPRESARIO , yo misma había tentado el destino. Lo taché con tanta fuerza para que a parte de desaparecer de mi lista, desapareciera de mi memoria aquel "miembrecito" al que a partir de ahora llamaremos "po" porque era la mitad (por decir al menos mitad) de lo que deben tener ahí a bajo.

Por buscar algo bueno, al menos, el domingo había terminado. Mañana sería lunes y vería de nuevo a mister cupcake

Fuí a lavarme los dientes y casi me da un patatús cuando me ví en el espejo. Mi ojo izquierdo se había vuelto de un color entre morado y negro.

"Nooooooooooooooooooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!" - Grité con todas mis fuerzas que hasta los vecinos me tocaron en la pared.
"Empresario de las narices..." - Dije con toda mi rabia, el choque matutino contra el armario había dejado huella. Ahora ya no era un pallaso, era un puto mono de feria.

viernes, 15 de agosto de 2014

Abracadabra 2/2

Para los que no me conozcan, soy Asia Martínez... y si queréis aquí tenéis la primera parte de esta historia. Una de tantas.


Me desperté de un sobresalto. No había puesto la alarma y pensé que me había dormido. Pero no. 7.35 todavía tenía tiempo de sobras. Me acordé de los sueños que había tenido esa noche, ni uno bueno, perros que querían morderme, hombres que me perseguían. Eso era culpa de mister universo cupkeriano y su cita de anoche. ¿Sería su novia? ¿Nuevo ligue? ¿Dónde coño la habría conocido? ¿Sería una prima que estaba de visita en Barcelona? Buah, ¡que le den!
Entonces me acordé del mago y automáticamente de mi whatsap patético, "oh oh", miré el movil. 7 Whatsaps dos conversaciones. 1. Ester sin H, que le escribiera si había novedad o investigaba algo sobre la chica, (que importantes son las amigas que siempre están al otro lado del whatsap) y el otro era de ¡el mago!

"Elige una carta"

Y ya está. Ah, claro, ¡genial! ¡Perfecto! ¿Y ahora qué? Qué clase de truco me estaba haciendo... ¿Y qué coño tenía que responder? No eran horas de consultar a las amigas así que hice lo que haría cualquier chica con tal de no hacer el ridículo con un hombre que nos interesa: emoticono del mono tapándose ojos.

Me duché, desayuné café y tostadas en el bar de a bajo mientras pensaba en qué no quería un desastre de vida, no quería sentirme triste por ningún hombre y que no me gustaba la mermelada de melocotón.

Llegué a trabajar. Ahí estaba mister universo cupkeriano tan guapo como siempre ¡joder! ¡¿Por qué coño me metí a trabajar aquí?! Asia eres masoca (mi conciencia hacía karate contra mi cabeza).
Tenía dos opciones.

Opción número 1: ser estúpida con él, invadida por la rabia y el odio a causa de que estuviera teniendo sexo con otra mujer y no conmigo (que luego pensara que estoy mal de la cabeza, tengo quince años y soy patética). Y él siguiera quedando con la otra.
O...
Opción número 2: sonreír, como siempre, ser amable, como siempre, dulce, como siempre, y perder el puto culo mientras tal vez él, ni se da cuenta. Y él siguiera quedando con la otra.

No me gustaba el final de ambas opciones, automáticamente quise crear una opción 3 que era plantarle un beso de película en la boca ¿Qué hombre se resistiría a eso? Pero no pude ni dar un paso, que alguien me tocaba la espalda susurrando "Elige una carta".

Me giré despacio y allí estaba él, ese hombre aparecido por arte de magia, sonriéndome, pero no tenía ninguna baraja de cartas en la mano.

- No tienes cartas...
- ¿Ah no? - y en cero coma saca el siete de corazones de mi oreja. - esta carta es muy buena, da mucha suerte...
- Venga va, ahora a parte de mago también lees el futuro, no me jodas... - vi la mirada del jefe puesta en mi - tienes que irte, tengo que trabajar...
- Bueno, esta carta dice que esta noche tienes una cita a las nueve en el Set Portes. Invita el mago.

Me dio un beso en la mejilla y desapareció.

¿Set Portes? Oh Diós mío... ¡no solo había aparecido un mago! ¡Si no un mago rico! (Mi conciencia saltaba sobre una cama elástica) y yo no daba crédito.

En la vida, a las mujeres, hay dos cosas que nos apasionan:

Una: quedar con el hombre de nuestros sueños, aquél que nos vuelve realmente locas y se nos cierra el estómago rebosante de marpiosas, provocando incluso carreras al baño antes de la cita (en casos incluso cancelación de última hora). Y con el cual jamás podrías cenar.

O...

Dos: quedar con un hombre rico. Que aunque nuestra pasión por él no sea altamente eléctrica, nos atrae, tendríamos sexo con él y sabemos que habrá copas, vinos, cervezas, cenas, chupitos... y todo por el módico precio de cero euros.

Eso, de vez en cuando y solo de vez en cuando, también nos mola. ¡Y qué cojones! Yo me lo merecía, me tocaba. Además, el mago seguro que estaba bien dotado, lo noté en el tamaño de sus pies.

Esa noche ¡era mi noche! Y entonces pasó una de aquellas cosas extrañas que jamás entendemos porqué suceden, pero suceden, aquél movimiento de planetas o luna llena que llega antes de tiempo, que hace provocar un fenómeno peculiar en el ambiente. Mister universo cupkeriano se quedó todo el día trabajando conmigo, más simpático que nunca, más divertido que nunca y más sonriente que nunca.

Al llegar las ocho en punto ya no había ni un cliente así que limpiamos y cerramos. Yo tenía tiempo de ir a mi casa, ducharme tranquilamente y acudir a mi cita, a la cual debería ir adecuada para la ocasión. (¡restaurante pijo! ¡mago rico! ¡mago rico! ¡mago rico! ¿de dónde coño sacaba la pasta el mago?) mis pensamientos casi caen por un precipicio al aparecer un enorme camión contra ellos a punto de atropellarlos...

- ¿Te apetece que nos tomemos una birra? - Osó pronunciar el mister.

(¿Queeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeé? No, no, no no.. ¡eso era jugar sucio!)

Allí estaba mi hombre más deseado diciendo las palabras que yo hacía siglos intentaba que salieran de su boca, y las estaba diciendo HOY. Hoy que tenía una cita de lujo a la que me apetecía acudir, porque no puedo pasarme los días esperando estas putas palabras, y porque no era posible que salieran de su boca HOY.

Pero ELLOS son así. No solo no nos lo ponen fácil si no que juegan a hacerlo más complicado de lo que creemos que es posible.

Y allí estaba yo, Asia Martínez, sin saber qué era lo que tenía que hacer. Lo que quería hacer. Lo que debía hacer. Una vez más la pizarra veleda de mi cerebro escribía opciones...

1. Decir sí, tomar una birra. Que pasara media hora y se quisera ir a su casa. Mi cita arruinada porque o llegaba con estas pintas o directamente ni llegaba. Yo más pillada. Él satisfecho de arruinar mi vida y a saber...con quien dormiría esa noche.

2. Decir no. Largarme a mi cita de luxe y quizá perder todas las aportunidades de que los planetas se alinearan de nuevo para tomar esa cerveza.

Me quedé muda mirándolo, ojalá hubiera podido poner el iconito del mono tapándose los ojos y huir, pero la vida real no es tan sencilla y hay que afrontar estas putas situaciones.

- Lo siento mister, he quedado y llegaré tarde...
- No pasa nada, diviértete e intenta que no te haga desaparecer que te quiero aquí mañana.

Y se fué.
¡Sera hijo de..! Sabía perfectamente que había quedado con el mago y quería impedirlo.
Me sentí tan orgullosa de no haber dicho que "sí", si llego a quedarme a tomar birra anulando plan de lujo + sexo con mago por estar con él sabría que estaba locamente enamo... no. No quería pronunciar esa palabra absurda.

Se lo conté todo a Ester sin H por whatsap mientras me ayudaba a elegir la ropa después de mandarle imágenes de diferentes modelitos, me duché, me arreglé y una vez sintiéndome una auténtica princesa me pillé un taxi hacía el restaurante. Total, era lo único que tendría que pagar esa noche.

Llegué y ahí estaba mi mago, vestido rollo hipster con un sombrero molón. Alomejor después hacía aparecer algún conejo.
Pero no fue necesario.
No hicieron falta trucos, ni magia, acabamos en mi casa disfrutando de la propia magia que nos ha dado la naturaleza.
Disfrutando un par de veces por la noche.
Y un par de veces por la mañana.

Pero como si de un cuento de hadas se tratase, ese mago hizo "chas" y desapareció y desde ese día no he vuelto a saber nada más de él.
Y yo me pregunto ¿¿¿Por qué???
Se dejó el sombrero, hay días que pienso si realmente desapareció dentro de él. Lo he dejado en la estantería, a ver si algún día me da una sorpresa y repite lo de aquella noche y aquella mañana.
Pero la verdad es que ni diciendo abracadabra reaparece, así que llego a la conclusión que, con magia o sin, no hay quien los entienda.