sábado, 16 de agosto de 2014

El empresario de las narices

Los domingos son jodidos de por si. Suenan tristes de por si. Se presentan bochornosos de por si y te invaden la cabeza de sensaciones de dolor, soledad, te hacen sentir que estás perdiendo el tiempo, que tu vida no avanza hacía donde tiene que hacerlo, te dan ganas de hacer muchas listas en una libreta o de comerte cinco tarrinas de hagen dash de dulce de leche o  nueces de macadamia. (Incluso el debate mental sobre estos dos sabores te demuestra durante un domingo que no tienes ni idea de lo que quieres en la vida).

Los domingos no son creados para estar sola. ¿Pero con quien se suponía que tenía que quedar Asia Martínez? Nada me motivaba suficiente, y para lo que a mi me motivaba yo no era motivación suficiente, así que entrábamos en un bucle de desmotivaciones al que tenía que poner punto y final. Y cuando tengo que acabar con algo y luchar por mis ánimos me pongo la música a tope y me meto en la ducha, así que eso fue lo que hice.

Ley de murphy, en cuanto me meto en la ducha y saco mi lado más artístico cantando a todo pulmón 19 días y 500 noches (¡¡y el portazo sonó como un signo de interrogación!! - adoro esa frase-) suena el móvil. Separo la cortina y veo como encima del mueble se desliza por la vibración y está a punto de caer al suelo (mi consciencia se convierte en quinientos emoticonos de boca abierta, manos en la cabeza y media cara azul) y yo salgo disparada sin parar el agua, resbalo y caigo al suelo dándome un tortazo contra el armario. No puede ser. Busco el móvil mientras aguanto el dolor en el ojo izquierdo que tiene su propio latido. Descuelgo. "¿Sí?" (Deseo que al menos sea mister cupcake que se ha dado cuenta de que no puede vivir sin mi) Y una voz masculina y un tanto desconocida contesta "¿Asia?, Mira que soy Miguel, del evento, ¿te acuerdas?"

Miguel: 35 años. Trabaja en una empresa de márketing. Muy rico. Viste de traje y es agradable, buen cuerpo. Mirada intensa. Lo conocí la semana pasada en un evento que realizamos en un local de El Born, donde yo tenía que ir como encargada del carrito de cupcakes, vestida con un ridículo delantal y sonreír a todos los clientes. Pagaban bien. Miguel era el jefe del cotarro y quiso mi número, sólo, para futuros eventos.
O eso entendí yo, que soy así de inocente.

"Sí, me acuerdo  mucho !" (mi consciencia quería más trabajo para mí, a lo mejor, de cupcake en cupcake y tiro porque me toca podría reunir suficiente dinero para largarme a Australia con los canguros) (si no podía entender a los hombres igual podía entender a los canguros) (vale, dejémoslo, ¡voces de las narices!) 

"Era porque he pensado que podríamos hacer algo...hoy, si te apetece" 
Y de repente te encuentras con un plan de domingo. Y dudas. Y piensas que cualquier cosa es mejor que estar sola en casa. Aunque esta otra cosa sea quedar con un empresario que tiene la mirada intensa pero que no crees que te guste demasiado (por no decir lo más mínimo) pero quien sabe ¡quizá es el hombre de tu vida! <<¡inocente, tonta, estúpida! - las voces de mi consciencia jugaban al tabú>>

Quedamos en vernos a las ocho e ir al cine a ver alguna peli. A medida que se acercaba la tarde estaba más arrepentida de haber dicho que si y sentía que cada minuto de más, me apetecía menos ver al empresario. ¿Qué se hace en estos casos? Whatsapear a la amiga online. Y la que últimamente no fallaba nunca ¡Ester sin H! (empezaba a parecerme raro que una mujer con marido y una niña de dos años se pasara la vida "online") pero allí estaba ella, contestándome. Más que eso, le pareció tan absurda mi cita, y tan divertida mi aventura que dijo que si podía apuntarse al cine también. Que la niña estaba en casa de sus padres y su marido con el hermano por ahí. Así que la invité. Whatsapeé al "empre" y le dije que mi amiga se apuntaba, y si le parecía mal, dos piedras ¡que yo no quería sexo con él! (eso sólo lo pensé, no se lo dije, lógicamente).

Nos montamos en el coche de Ester, recogimos al "empre" en su casa. Fue raro verle sin traje negro, vaqueros y camiseta, más mono de lo que pensaba y amable sí, pero un poco...soso. No se, no hablaba mucho y cuando hablaba no me parecía interesante. Nosotras estábamos chisposas porque cuando estamos juntas, somos tal cual y sin preocupación alguna, por lo que el muchacho sí se estuvo riendo todo el camino.

En la cola para las entradas le estuve mirando un buen rato directamente a los ojos. Seguro que fue un error que pudo llegar a confundir, porque se sonrojaba y sonreía. Joder, yo lo único que quería comprobar era si saltaban rayos lasers de su mirada a la mía  y viceversa, pero una vez más no sucedió. ¿Por qué el único yedai capaz de manejar los lasers era mister cupcake? (hartita estaba mi consciencia)

Vimos una peli donde no me enteré de nada y a las palomitas dulces les faltaba color, cosa que no puedo soportar, porque lo de quedar con un hombre raro...bueno, es pasable, ¡pero lo de las palomitas no puedo! ¡es que no puedo!

Nos montamos en el coche y Ester dijo que ella tenía que ir a por su niña, qué dónde nos dejaba. Él dijo que en mi casa. ¡Pero tendrá morro! ¡Yo no le había invitado! Ester sin H me miró con una media sonrisa (se que deseaba que pasara algo para después poder reírse de mi) y nos dejó a los dos en el portal.

Mi objetivo era no subir a mi casa, así que me lo llevé al bar de enfrente y tomamos una cerveza, media hora. Ni un minuto más. Que poca energía, me aburría tanto que no daba crédito. Estaba a punto de catalogarlo como el peor domingo de mi vida y largarme para siempre del bar cuando me dio un repentino ataque de risa.

- Es que me lo paso tan bien contigo, me río tanto... - me dijo 

Y yo no pude resistirlo, empecé a reírme como una loca. No se si reía de sentirme absurda, de pensar que todo esto era ridículo o de la imagen que vino automáticamente a mi cabeza: yo vestida de payaso con una nariz roja haciendo movimientos ridículos mientras él me miraba y aplaudía.

- Que divertida eres, de verdad - insistió 

Lo que hice acto seguido no estoy aún muy segura de qué extraña fuerza me empujó a hacerlo y porque quise desafiar la ley de los rayos laser, pero le invité a mi casa. No se si podría definir aquello como un polvo, él sí. Se lo pasó bien, durante cinco minutos. Yo a penas noté nada dentro de mí. Cuando se iba a quedar dormido le dije que por favor, prefería dormir sola y le eché de mi casa.
No he vuelto a cogerle el teléfono.

Asia Martínez, tienes que aprender a no forzar aquello que no va a ninguna parte y más cuando lo ves desde el minuto anterior al cero.

Pero así soy yo, poniendo todo mi empeño hasta en los casos más perdidos. (mi consciencia se burlaba de mi). Fumé un cigarro en la ventana. Bebí un vaso de agua y cuando guardaba la jarra en la nevera vi esa lista. Coño, ahí estaba escrito EMPRESARIO , yo misma había tentado el destino. Lo taché con tanta fuerza para que a parte de desaparecer de mi lista, desapareciera de mi memoria aquel "miembrecito" al que a partir de ahora llamaremos "po" porque era la mitad (por decir al menos mitad) de lo que deben tener ahí a bajo.

Por buscar algo bueno, al menos, el domingo había terminado. Mañana sería lunes y vería de nuevo a mister cupcake

Fuí a lavarme los dientes y casi me da un patatús cuando me ví en el espejo. Mi ojo izquierdo se había vuelto de un color entre morado y negro.

"Nooooooooooooooooooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!" - Grité con todas mis fuerzas que hasta los vecinos me tocaron en la pared.
"Empresario de las narices..." - Dije con toda mi rabia, el choque matutino contra el armario había dejado huella. Ahora ya no era un pallaso, era un puto mono de feria.

viernes, 15 de agosto de 2014

Abracadabra 2/2

Para los que no me conozcan, soy Asia Martínez... y si queréis aquí tenéis la primera parte de esta historia. Una de tantas.


Me desperté de un sobresalto. No había puesto la alarma y pensé que me había dormido. Pero no. 7.35 todavía tenía tiempo de sobras. Me acordé de los sueños que había tenido esa noche, ni uno bueno, perros que querían morderme, hombres que me perseguían. Eso era culpa de mister universo cupkeriano y su cita de anoche. ¿Sería su novia? ¿Nuevo ligue? ¿Dónde coño la habría conocido? ¿Sería una prima que estaba de visita en Barcelona? Buah, ¡que le den!
Entonces me acordé del mago y automáticamente de mi whatsap patético, "oh oh", miré el movil. 7 Whatsaps dos conversaciones. 1. Ester sin H, que le escribiera si había novedad o investigaba algo sobre la chica, (que importantes son las amigas que siempre están al otro lado del whatsap) y el otro era de ¡el mago!

"Elige una carta"

Y ya está. Ah, claro, ¡genial! ¡Perfecto! ¿Y ahora qué? Qué clase de truco me estaba haciendo... ¿Y qué coño tenía que responder? No eran horas de consultar a las amigas así que hice lo que haría cualquier chica con tal de no hacer el ridículo con un hombre que nos interesa: emoticono del mono tapándose ojos.

Me duché, desayuné café y tostadas en el bar de a bajo mientras pensaba en qué no quería un desastre de vida, no quería sentirme triste por ningún hombre y que no me gustaba la mermelada de melocotón.

Llegué a trabajar. Ahí estaba mister universo cupkeriano tan guapo como siempre ¡joder! ¡¿Por qué coño me metí a trabajar aquí?! Asia eres masoca (mi conciencia hacía karate contra mi cabeza).
Tenía dos opciones.

Opción número 1: ser estúpida con él, invadida por la rabia y el odio a causa de que estuviera teniendo sexo con otra mujer y no conmigo (que luego pensara que estoy mal de la cabeza, tengo quince años y soy patética). Y él siguiera quedando con la otra.
O...
Opción número 2: sonreír, como siempre, ser amable, como siempre, dulce, como siempre, y perder el puto culo mientras tal vez él, ni se da cuenta. Y él siguiera quedando con la otra.

No me gustaba el final de ambas opciones, automáticamente quise crear una opción 3 que era plantarle un beso de película en la boca ¿Qué hombre se resistiría a eso? Pero no pude ni dar un paso, que alguien me tocaba la espalda susurrando "Elige una carta".

Me giré despacio y allí estaba él, ese hombre aparecido por arte de magia, sonriéndome, pero no tenía ninguna baraja de cartas en la mano.

- No tienes cartas...
- ¿Ah no? - y en cero coma saca el siete de corazones de mi oreja. - esta carta es muy buena, da mucha suerte...
- Venga va, ahora a parte de mago también lees el futuro, no me jodas... - vi la mirada del jefe puesta en mi - tienes que irte, tengo que trabajar...
- Bueno, esta carta dice que esta noche tienes una cita a las nueve en el Set Portes. Invita el mago.

Me dio un beso en la mejilla y desapareció.

¿Set Portes? Oh Diós mío... ¡no solo había aparecido un mago! ¡Si no un mago rico! (Mi conciencia saltaba sobre una cama elástica) y yo no daba crédito.

En la vida, a las mujeres, hay dos cosas que nos apasionan:

Una: quedar con el hombre de nuestros sueños, aquél que nos vuelve realmente locas y se nos cierra el estómago rebosante de marpiosas, provocando incluso carreras al baño antes de la cita (en casos incluso cancelación de última hora). Y con el cual jamás podrías cenar.

O...

Dos: quedar con un hombre rico. Que aunque nuestra pasión por él no sea altamente eléctrica, nos atrae, tendríamos sexo con él y sabemos que habrá copas, vinos, cervezas, cenas, chupitos... y todo por el módico precio de cero euros.

Eso, de vez en cuando y solo de vez en cuando, también nos mola. ¡Y qué cojones! Yo me lo merecía, me tocaba. Además, el mago seguro que estaba bien dotado, lo noté en el tamaño de sus pies.

Esa noche ¡era mi noche! Y entonces pasó una de aquellas cosas extrañas que jamás entendemos porqué suceden, pero suceden, aquél movimiento de planetas o luna llena que llega antes de tiempo, que hace provocar un fenómeno peculiar en el ambiente. Mister universo cupkeriano se quedó todo el día trabajando conmigo, más simpático que nunca, más divertido que nunca y más sonriente que nunca.

Al llegar las ocho en punto ya no había ni un cliente así que limpiamos y cerramos. Yo tenía tiempo de ir a mi casa, ducharme tranquilamente y acudir a mi cita, a la cual debería ir adecuada para la ocasión. (¡restaurante pijo! ¡mago rico! ¡mago rico! ¡mago rico! ¿de dónde coño sacaba la pasta el mago?) mis pensamientos casi caen por un precipicio al aparecer un enorme camión contra ellos a punto de atropellarlos...

- ¿Te apetece que nos tomemos una birra? - Osó pronunciar el mister.

(¿Queeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeé? No, no, no no.. ¡eso era jugar sucio!)

Allí estaba mi hombre más deseado diciendo las palabras que yo hacía siglos intentaba que salieran de su boca, y las estaba diciendo HOY. Hoy que tenía una cita de lujo a la que me apetecía acudir, porque no puedo pasarme los días esperando estas putas palabras, y porque no era posible que salieran de su boca HOY.

Pero ELLOS son así. No solo no nos lo ponen fácil si no que juegan a hacerlo más complicado de lo que creemos que es posible.

Y allí estaba yo, Asia Martínez, sin saber qué era lo que tenía que hacer. Lo que quería hacer. Lo que debía hacer. Una vez más la pizarra veleda de mi cerebro escribía opciones...

1. Decir sí, tomar una birra. Que pasara media hora y se quisera ir a su casa. Mi cita arruinada porque o llegaba con estas pintas o directamente ni llegaba. Yo más pillada. Él satisfecho de arruinar mi vida y a saber...con quien dormiría esa noche.

2. Decir no. Largarme a mi cita de luxe y quizá perder todas las aportunidades de que los planetas se alinearan de nuevo para tomar esa cerveza.

Me quedé muda mirándolo, ojalá hubiera podido poner el iconito del mono tapándose los ojos y huir, pero la vida real no es tan sencilla y hay que afrontar estas putas situaciones.

- Lo siento mister, he quedado y llegaré tarde...
- No pasa nada, diviértete e intenta que no te haga desaparecer que te quiero aquí mañana.

Y se fué.
¡Sera hijo de..! Sabía perfectamente que había quedado con el mago y quería impedirlo.
Me sentí tan orgullosa de no haber dicho que "sí", si llego a quedarme a tomar birra anulando plan de lujo + sexo con mago por estar con él sabría que estaba locamente enamo... no. No quería pronunciar esa palabra absurda.

Se lo conté todo a Ester sin H por whatsap mientras me ayudaba a elegir la ropa después de mandarle imágenes de diferentes modelitos, me duché, me arreglé y una vez sintiéndome una auténtica princesa me pillé un taxi hacía el restaurante. Total, era lo único que tendría que pagar esa noche.

Llegué y ahí estaba mi mago, vestido rollo hipster con un sombrero molón. Alomejor después hacía aparecer algún conejo.
Pero no fue necesario.
No hicieron falta trucos, ni magia, acabamos en mi casa disfrutando de la propia magia que nos ha dado la naturaleza.
Disfrutando un par de veces por la noche.
Y un par de veces por la mañana.

Pero como si de un cuento de hadas se tratase, ese mago hizo "chas" y desapareció y desde ese día no he vuelto a saber nada más de él.
Y yo me pregunto ¿¿¿Por qué???
Se dejó el sombrero, hay días que pienso si realmente desapareció dentro de él. Lo he dejado en la estantería, a ver si algún día me da una sorpresa y repite lo de aquella noche y aquella mañana.
Pero la verdad es que ni diciendo abracadabra reaparece, así que llego a la conclusión que, con magia o sin, no hay quien los entienda.

domingo, 18 de mayo de 2014

Abracadabra 1/2

En la tienda de cupcakes empezaban a conocerme los clientes. Quizá no era la más rápida sirviendo o la más ágil, pero eso se solucionaba siempre con una bonita sonrisa.  La máquina de café (aquél aparato desconocido hasta entonces) y yo, ya éramos grandes aliadas. Y el control que estaba haciendo por no comer más de un cupcake al día era realmente impresionante. Aunque por otra parte llevaba dos semanas y ya no me quedaba ningún gusto nuevo por probar. (¿Cuadraban entonces las cuentas?)

Mister universo cupkeriano me dejaba muchas veces sola y desaparecía completamente del local. Cuanto más aprendía yo a arreglármelas sola, menos se dejaba ver. (En esos momentos la mitad de mi conciencia boxeaba con la otra mitad por ser mejor camarera o poder ver más al jefe).

Era una tarde de domingo soleada. Demasiado soleada. La gente de Barcelona, en mayo, a la que pueden entrever algún que otro rayo de Sol ,ya se avalanchan hacía la Barceloneta a hacer un tetris con sus culos en esa explanada asquerosa de arena mientras les intetan vender sin parar " mohito-servesa-bíar".

Por eso yo estaba ausente en mi barra, con bar y terraza vacía, whatsapeando con Ester sin H, echando un vistazo a toda esa gente que retrata su vida entera para el escaparate de instagram y los que reducen sus pensamientos a 140 carácteres en twitter. Estaba tan absorta en las redes sociales que no vi el cliente que había entrado hasta tenerlo delante de las narices.

- Joder! - pegué un brinco del susto.
- Perdone señorita... pero es que llevo un buen rato sentado y...
- Ay, perdona es que - no sabía donde meterme.
- No pasa nada, mira coge una carta.
- ¿Cómo?

El tipo de negro sacó una baraja de cartas de (..¿la nada?..) y me hizo agarrar una.

- Sujétala bien fuerte - añadió.

Yo la agarraba con todas mis fuerzas, era un siete de corazones, toma ya, pero si la magia ya estaba hecha, un SIETE de corazones había aparecido ¿por azar? en mis manos y no pensaba soltarla jamás.

- Bien - empezó a decir mientras hacía cosas rarísimas y rapidísimas con las cartas - ahora...

Pensé en si el mago querría mi puesto de camarera, si era así de ágil con las cartas seguro que sería mucho mejor que la torpe de Asia Martínez (una servidora). Después automáticamente pensé que me gustaba su bigote y su barba de días. Y que como fuera tan ágil en la cama quizá valía la pena pedirle que me hiciera otro tipo de trucos. En ese momento tragué saliva y me acordé. Casi me atraganto.

- ¿Estás bien? - me miró directamente a los ojos lanzándome rayos de azul eléctrico.

- No... si..... es que... (¡un mago! ¡un mago! ¡un mago! esa palabra estaba en mi lista de la nevera, estaba convencida que el Show de Truman no es una peli, es un documental, porque esto no era normal).

- Mira tu carta

Yo no había dejado de sujetarla en ningún momento y aunque el mago me pareciera un espejismo o una broma del destino, giré mi carta, porque de hecho era MÍA, había decidido que me quería llevar ese siete de corazones a mi habitación, para colgarlo en el corcho de "cosas apasionantes y significativas", pero se había convertido en un diez de espadas.

- Nooooo... pero....pero...cómo coño?... ¡joder! ¡Yo no quiero un diez de espadas! - grité
- Eres muy impulsiva Asia...no hace falta que grites.
- ¿Y como sabes mi nombre? Esto es demasiado...
- Lo llevas en el delantal.
- Ah... ¿y mi siete de corazones? devuélvemelo ahora mismo.
- ¿Oye quien es el cliente aquí?

Volvió a su mesa. Pidió un café con leche y un cupcake de red velvet y se puso a leer el periódico.
No me hizo más trucos.
No me hizo más caso.

Durante esa tarde mi jefe no apareció, estaba convencida que el mago lo había hecho desaparecer para joderme. Entraron algunos clientes (eso es que no debía quedar sitio en la Barceloneta o que no sabían jugar al tetris), serví mesas y el mago de ojos azules ni se giró a mirarme.
No lo hizo hasta que tiré una cocacola por el suelo con vaso incluido roto en pedazos. Entonces, el capullo, se giró y sonrió. A mi no me hizo ni puta gracia. Empezaba a tocarme las narices que se pasara allí las horas sin mirarme y sin pedir nada más.

A última hora se acercó a pagar. Le cobré sin sonreirle ni a penas mirarle, había herido mi orgullo de mujer superviviente de este mundo cruel, pero él, que estaba por encima de todo esto y de todo lo demás, sacó los 3'80 euros de mis orejas y consiguió también hacer aparecer una sonrisa en mi boca. ¡Putos magos! ¡Ya no lo quería en mi lista! Quería cambiarlo por un obrero de estos que me gritan por la calle ¡moreeenaaaa deha er telefonooh que te xocará con la farolahh! (porque lo de tia buena ya no estaba de moda).

Y así, tal como vino, el mago de ojos azules desapareció como por arte de magia. Limpié el local, todo a puntito de cerrar y justo veo a un niño marraneando por el cristal entre lloros convenciendo a una madre (de estas que lo consienten todo) de que quería una madalena de chocolate. (No saben decir cupcake los niños de tres años). La madre le dió el dinero y le dejó entrar al bar.
Yo quería odiar a ese enano cliente de última hora, pero fue bastante imposible. Me miró con esos ojos redondos enormes llenos de lagrimitas:

- Me daz una madalena de xocolate....
- Mmm... no se no se... a ver...¿la palabra mágica?
- Mmm... ¿abracadabra?




Me reí, me reí mucho y el pequeño me miraba alucinando. Claro que sí pequeño. Abracadabra tiene más magia que cualquier por favor y en un día como el de hoy, era el ingrediente que me faltaba.

El niño se fue, yo acabé de ordenarlo todo y, cuando hice la caja,  apareció dentro de ella, con las monedas, como por arte de magia un papelito doblado...(pero...¿cómo coño...?...) con un número de teléfono.

Ahora sí, ahora yo, Asia Martínez empezaba a creer en la magia. (yupiiiiiiiiiii) me fuí bailando del local pensando que tenía una suerte magnífica.
Al salir ¿Quien estaba allí fuera? Mister universo cupkeriano. Con una chica. ¡¡Por qué!! ¿Por qué con ella sí? Y por qué la traía allí, si yo podía verles. Lo odié a muerte.

Dije hasta luego y me fuí, triste, deseando que el mago lo hubiera hecho desaparecer de verdad. Sintiéndome pequeñita y frágil. Sin ganas de listas, ni de magos de los cojones. Aunque por si a caso, dejé el papelito en la mesa de la cocina. Me senté en el sofá a whatsapear con Ester sin H y explicarle que me habían robado siete corazones para clavarme diez espadas, que todo era un desastre y que no sabía que hacer con mi vida.

Esa noche acabamos las dos desahogándonos en el bar de a bajo con copas de vino y cenamos los frutos secos que nos trajeron.

Al volver a casa, vi el papelito en la cocina. Lo guardé en el teléfono y miré a ver la foto de whatsap. Un paisaje de una playa. Otro que no había conseguido encontrar hueco en la Barceloneta. Le abrí chat. Puse "abracadabra...". Me sentí patética y dejé el móvil en la mesita. Me acosté mirando la película de "como perder un hombre en diez días" a ver si aprendía cosas nuevas al verla por 2837646 vez en la vida. A los quince minutos caí rendida.

jueves, 24 de abril de 2014

No jugábamos en la misma cancha

Los hombres (aquellos seres extraños) o la mayoría de ellos, se desviven por el deporte, enloquecen, desvarían. Bueno, quien dice deporte dice FÚTBOL. Lo dejan TODO a un lado, y cuando digo todo es TODO (en mayúsculas) incluyendo en ese todo su otra gran fascinación: el sexo.
¿Qué les pondrá tanto dentro de esa pantalla...en aquella masa de hombres en busca de una pelota...? "Asia Martínez: no intentes comprender a los hombres" dice siempre mi madre. "No hablan el mismo idioma".
Así que no intento entenderlos, si hay partido yo también soy feliz. Lo único que sé es que me encanta beber cerves mientras el ruido del estadio pasa a formar parte de mi banda sonora y yo me concentro en comerme los quicos, palitos y cilindros y dejar a un lado los garbanzos y las pasas, sobresaltándome cada vez que se oye "gol" y un terremoto casi echa el bar a bajo. Luego sigo con mi experimento. Acabo harta de quicos y con ganas de vomitar. Pero pido otra cerve y la vida sigue. Bueno... creo que me estoy yendo por las ramas. Lo único que me importa de todo esto es que los futbolistas estan TREMENDOS.

Así pues, en mi lista de hombres con los que quiero acostarme mientras no puedo acostarme con mi jefe (que ya había pasado a formar parte de mi nevera, junto a los anuncios de pizza, chino y peggy sue a domicilio <<el peggy sue nunca llegaba hasta mi casa.... :( >>) redondeé la palabra futbolista.

Sería mi primera víctima, básicamente porque era lo más fácil para mi, ya que había conocido a muchos últimamente en mis excursiones de gimnasio en gimnasio aprovechando los "un día de prueba gratuito" (incluso en una de estas vi al "Duque", pero pensé que eso ya era demasiado).

Tenía futbolistas para elegir. Sí. No me puedo quejar en este tema ya que nunca he tenido problemas para que se fijen en mí, aunque eso ocasione luego una multitud de nuevos inconvenientes (pero AHORA no viene al caso).
Decidí apostar por NACHO, ¿Por qué? Porque era más alto que yo, más seguro de si mismo que yo, y más divertido que yo. Eso me haría sentir pequeñita, protegida y vulnerable... (y eso en cuanto lo pensé me entusiasmó!).
Él día que lo conocí él hacía pesas mientras yo pedaleaba.
Cada vez que él  levantaba una pesa, yo pedaleaba con más fuerza.
Otra pesa.
Más pedaleo.
Pesa, pedaleo, pesa, pedaleo, pesa, pedaleo. Pesa ¡¡Mareo!!
Oh no. Salí de la bicicleta y todo se volvió borroso y caí redonda al suelo. Creo que mientras Nacho me echaba agua por la cara yo aún pedaleaba en el aire.
Todo fue muy patético pero ese día me fui a casa con el número de Nacho en mi agenda. Así que ahora, tenía ¡un número para marcar!

Esa tarde no fumé ni un cigarro, pues a los futbolistas no les gusta nada el tabaco. (oh, si es el hombre de tu vida tendrás una excusa para dejar de fumar) (No bucas el hombre de tu vida! Buscas un polvo) (Ah, si, cierto) <<las voces de mi cabeza a veces hablaban entre ellas>>.

Cuando quedé con él, todavía me pareció más guapo, más alto, más seguro y lo de divertido aún no estaba segura... fuimos a un bar de cócteles. Por suerte no había frutos secos y no me volví loca con mis técnicas de separación de productos no químicos. Nos pusieron ositos haribo y me fuí comiendo uno detrás de otro mientras conversábamos de nuestras cosas.
Nacho no tocó ni un osito, sólo habló de gimnasio, de la fuerza de sus brazos, de sus dietas, de sus aptitudes y de su época de trabajador como gogó del Bora Bora de Sabadell.
Yo le conté que trabajaba en una tienda de cupcakes (error! error! sonrisa del jefe en la retina), que vivía sola (bien, que sepa que hay sitio para el sexo) y que tenía una vecina que le iba mucho la juerga porque solía escuchar gemidos desde casa. (Eso le hizo mucha gracia).

Cuando acabé con todos los ositos y también con el cóctel, me di cuenta que aunque yo fuera más bajita, me quería más a mi misma, era más divertida que él y que posiblemente no me apetecería quedar nunca para una segunda cita.
Nacho no me aportaba nada en absoluto.
Bueno, quien dice nada... dice "casi nada", en cuanto salimos le invité directamente a mi casa.
Aceptó. (¡más le valía!)

¡Al fin un polvo de esos que te quitan el hipo! (Al fin, al fin al fin) <<mis voces bailaban la conga>>
Detrás de ese cuerpo y esos brazacos también había un miembro considerable (¡menos mal!) <<ahora bailaban el gangnam style>>. Tan considerable que el condón que aporté de mi intacta colección se rompió en cuanto eso explosionó.

¿¿¿¿¿¡¿Por qué?!??????? ¿¿No podía tener sexo NORMAL y CORRIENTE??
Acabé la noche en la farmacia de guardia.
Mientras esperábamos, pasó un tipo de pelo rizado (muy rizado) y fijó los ojos en mí, manteniendo la mirada unos segundos más de lo normal.
Nacho, que se dio cuenta, gritó:
- ¡Capullo! Dónde coño miras? A ver si te vas a quedar tu con el hijo!!
Tragué saliva cuando escuché la palabra "hijo".

Esa noche cené pastilla del día después. Me tiré en el sofá, no sin antes ir a la nevera (ahora ya vacía después de haber acabado el día antes con el último yogur natural caducado) y taché futbolista.
Sonreí, a pesar de todo, había conseguido lo que quería. Aunque la próxima vez tendría que aprender a parar mejor los goles.





De Nacho, no hacía falta saber nada más. Si algo estaba claro es que ese chico y yo... no jugábamos en la misma cancha. (¿Cancha? Bua, eso creo que es de basquet o de tenis, pero me gustaba esa palabra). Cancha, cancha, cancha, cancha, cancha. Ahora ya no tenía ningún sentido.

martes, 22 de abril de 2014

Mister (universo) cupkeriano

Me llamo Asia Martínez, soy abogada especialista en recursos humanos y nunca he llevado una bandeja. 
Mi vida era sencilla.
Tranquila.
Fácil,
...pero no era feliz.
Así que lo dejé todo: novio de toda la vida, casa de toda la vida (con el novio de toda la vida) y trabajo de toda la vida (con un jefe "padre del novio de toda la vida").



Martes, 10 de la mañana.
El camarero más guapo del universo (sí, ya no del mundo no, u-ni-ver-so) me esperaba para pasar mi prueba como camarera en una tienda de hermosos cupcakes. ¡Que divertido! (ironía). Mientras andaba hacía mi nuevo trabajo, por mi cabeza pasaban imágenes graciosas de cómo podría transcurrir aquella mañana, elegí la más ridícula y me reí en alto de mi misma (me vi tropezar y caer encima de todos los cupcakes convirtiéndome en un ser multicolor - eso si, muy dulce -).

- ¡ Asia ! Pero dónde...¿vas? ¿Ya te estás escapando?

Ahí estaba él. Mister universo cupkeriano.

- No... es que ¡acabo de pensar que prefiero vender gorros!
- Sombreros - me corrigió de nuevo esbozando aquella maravillosa sonrisa.
- Sombreros Mister, sombreros.
- Soy Pol, encantado. ¿Pasas y te cuento un poco?

"Cuéntame lo que quieras Pol" pensé. Cuéntame cómo pasó, cuéntame un cuento o cuéntame tu vida que yo te escucharé cualquier cosa que digas. Ay Diós. Asia, desvarías.
Mientras Pol me contaba cosas básicas, yo me desconcentraba por momentos deambulando en mis propios pensamientos ¿Habría llevado aparatos en los dientes? ¿Serían muy guapos sus padres de jóvenes para crear un ser así? ¿Tendría un hermano parecido a él por si él jamás se fijaba en mí? ¿Podría sobrevivir a aquél OLOR A CUPCAKE sin volverme loca y empezar a comer como una ansias en mis días de regla o depresión? ¿Y en los de depresión por regla?

En los de depresión por regla necesitaría ración doble.

Ester sin H me había dicho que quedaba rotundamente prohibido trabajar en una tienda de ropa porque te acabas gastando el 80% de tu sueldo en la propia ropa de la tienda porque te hacen un descuento considerable. Yo había echado el currículum en Primark, por si acaso, que como es tan barato, si encima me hacen descuento, podría comprar pijamas de panda con capucha por un euro y estar calentita en los días de sofá y manta (sin manta, porque con el pijama de panda sería suficiente).

Ester no dijo nada sobre si quería gastarme el sueldo de la cafetería cupcakeriana en cupcakes. Y yo quería gastarlo. Estaba sintiendo impulsos locos de comerme todos los cupcakes de la tienda ¡Ahá! ¡Seguro que me tenía que venir la regla!

- ¿Alguna duda? - concluyó Pol.
- ¿El cupcake de oreo, sabe realmente a galleta oreo auténtica?

Pol se rió. Deduzco que pensaría que se trataba de un chiste. No era el caso. De repente olvidé las tonterías y traté de sacar mi parte madura y responsable (prometo: la tengo) y aguanté la mañana como una campeona. Despacio, pausas, calma. Pero muy atenta con los clientes y siempre manteniendo la sonrisa en la boca.

Al terminar el día nos sentamos. Agotados. Bueno, él no se, agotada "yo".
- No habías trabajado antes en hostelería ¿Verdad?

Cuando alguien utiliza un "¿verdad?" antes que un "¿no?" no deja lugar a una respuesta contraria.
Confesé, cual corderito asustado temiendo por su futuro. Pero me dijo que esperaba que mañana volviera con la misma energía y la misma sonrisa. (¡Le gusta mi sonrisa! ¿Podrían nuestras sonrisas formar una sonrisa perfecta? ¡Hijos con sonrisas perfectas! - Basta de delirar. Stop.)

Antes de que saliera por la puerta, me llamó una vez más y me regaló un cupcake de oreo, todo un detallazo.

- Para que lo compruebes tu misma - añadió con su sonrisa de despedida. (Sí, Pol tenía colección de sonrisas: sonrisa de buenos días, sonrisa de que bien lo estás haciendo, sonrisa de ten cuidado no se te caiga la bandeja o te mato, sonrisa de te equivocas de mesa, y así hasta la eternidad...)

Y Asia, tonta de Asia volví a casa comiéndome el cupcake como pude, manchándome manos, cara y camiseta (para variar) y sin quitarme a este hombre de la cabeza.

Pero....¡no! No podía tirarme a mi jefe.
Había llegado la primavera.
Y esto no tenía ninguna pinta de desembocar en sexo.
Como siempre todos los caminos que seguía desde que había llegado a ese nuevo bloque de Barcelona me llevaban al mismo lugar. Soledad en casa. Será por lo de que todos los caminos llevan a Roma. Pero yo no quería ir a Roma, yo solo quería echar un polvo.

Esa noche cené en el sofá lo que quedaba en mi nevera, un yogur caducado de hacía un mes. Me dije a mi misma que no pasaba nada. Puse una de mis películas preferidas "Mi vida sin mi" y decidí que había llegado el momento de hacer la lista de tipos de hombres con los que quería acostarme  mientras no podía tirarme a mi jefe.
Eso es.

Escribí 9:
- Un futbolista
- Un universitario
- Un mago (sí, un mago).
- Un empresario
- Un hipster
- Un skater
- Un tío con el pelo muy muy rizado, como si pareciera una peluca
- Un actor
- Un vecino
-

Y después de esta absurda lista a la que "quizá/s" jamás le haría el mínimo caso, escribí en mayúsculas: MISTER (Universo) CUPKERIANO.

Esbocé una sonrisa, suspiré y me quedé dormida en el sofá, mientras "mi vida sin mi" seguía transcurriendo allí, sin mi... valga la redundancia.

jueves, 20 de marzo de 2014

Especialista en recursos humanos busca trabajo de camarera o de vendedora de sombreros

Los cristales estaban sucios. ¿Por qué nunca quedaban limpios del todo? Quizá es que yo no sabía limpiar bien, o quizá nunca había tenido tanto Sol entrando por los ventanales, así que, en el fondo, esa suciedad tenía su parte positiva: la primavera estaba a punto de llegar.
Después de plantearme esos "quizás" y de dedicar unas décimas de segundo a debatir en mi cerebro si se era "quizá" o "quizás", otras milésimas buscando en google la respuesta correcta y descubriendo que ambas eran buenas, pude crear una mediosonrisa con mis labios y llenarme de la mitad de energía que el cuerpo pedía para afrontar la vida pre-primaveral.

Algo iba bien. Había creado un buen curriculum vitae, con una foto pasable y bastante experiencia. Experiencia en recursos humanos para buscar trabajo de...¿camarera? Joder, si no sabía utilizar una jodida bandeja. Por un momento visualicé aquella bandeja deslizándose por mis dedos mientras centenares de copas repletas de vino tinto volaban por los aires.
Luego volví a la realidad, cogí mis currículums y salí a la calle a pasear.

Al cabo de dos horas y de nueve de diez CV entregados en lugares en los que, en el fondo de mi ser cruzaba los dedos para que NO me llamaran, la vi. Una tienda pintada de colores pastel con esas maravillosas obras de arte denominadas "cupcakes" en el escaparate y ese magnífico cartel de "se necesita personal". ¿Serviría mi CV? No tuve tiempo de dejar aparecer mis dudas porque el chico que trabajaba allí, salió con una bandeja con dos cafés que, al chocar contra mi, saltaron por el aire. Asustada dejé de agarrar mi CV, que voló hasta el suelo para formar una perfecta alfombra la cual recibiría todo ese café unos segundos después.

Mi grito ahogado hizo que la gente de la terraza se girara y que el chico se llevara las manos a la cabeza. "Bien Asia bien, así seguro que te quieren como compañera para trabajar".

Pedí siete veces perdón. Sí, siete, que como es mi número preferido lo uso un poco para todo... y me fuí. ¿No esperaréis que pidiera trabajo después de liarla de tal manera?  Seguí andando hasta el bar de la esquina y me pedí una copa de vino tinto. ¿Algún día algo iba a salirme bien? Vida, ¿Qué he hecho yo para,..?

Mi teléfono sonó. No quería cogerlo. No quería trabajar en la tienda de gorros, me parecía aburridísimo, ni en la de chuches donde acabaría pesando diez quilos más y sería una gorda a la que nadie querría mirar...ni tampoco en la juguetería con niños pesados. No No No. Pero descolgué, descolgué porque necesitaba poder tener algo al mes que me permitiera comer más que sandwich de atún.

-¿Si?
- Perdona, es que...he encontrado algo que al parecer es tuyo.
- ¿Cómo? ¿Qué?
- Un CV lleno de café, con una foto muy mona, por cierto.

Oh diós mío. Oh diós mío. Oh díos mío. (vale sí, no se me ocurre nada más ingenioso).

- No, gracias...no te preocupes...que no lo necesito.
- ¿Ya has encontrado trabajo, tan rápido?
- Pues... sí. Sí sí. Venderé gorros.
- Sombreros.
- ¿Qué?
- La tienda, es de sombreros.
- Pues mañana venderé sombreros.
- Venga va...no digas tonterías, tantas horas en tan pocos metros cuadrados. Yo te ofrezco algo mejor.
- ¿Tú eres el chico que ha hecho volar una bandeja por los aires?
- ¿Perdona? Pero serás... mira Asia Martínez, soy el encargado del local.
- Ups.
- Va, pásate mañana de prueba ¿Sí?
- Claro, claro sí. Venga va.
- El CV se ha partido por la mitad con el café, pero deduzco que tienes experiencia de camarera.
- Claro sí. Mucha.
- Bien, mañana pásate a las diez.
- Bien. Hasta mañana..chao.

Bien. Bien bien.
No tenía ni puta idea de servir un café ni de transportar una bandeja y el chico del bar, que antes no lo he detallado, era lo más atractivo que veía en los últimos meses.
Bueno vale. Puede que cada vez veía a "todos" más atractivos, cuando te falta sexo y encima se acerca la primavera...aaaaaaaaah!
Pero de verdad, EN SERIO (en mayúsculas) NO miento...aquella barba, aquellos ojos, aquella sonrisa...
Oh, oh.
Esto no iba a ser nada fácil.

En casa, me serví otra copa de vino tinto, con la ventana abierta que dejaba entrar aquella brisa PREprimaveral. Puse la música, y cuando sonó la canción de "soñar contigo" de Zenet, pensé en el camarero de los cupcakes, y me di cuenta que hubiera sido más sencillo saber que al día siguiente mi trabajo sería vender sombreros.

Esa noche soñé que bailaba en un palacio como el de "la bella y la bestia" mientras en mi cabeza iban mutando diferentes modelos de sombreros. Luego llevaba patines y una bandeja y no conseguía mantener el equilibrio.
Me desperté sobresaltada a las 6.00.
Suerte que todavía podía dormir un par de horas más.
Suerte, porque no dormí absolutamente nada. Así que me levanté con tiempo, y aproveché para volver a limpiar los cristales.





sábado, 8 de febrero de 2014

Ester sin H me visita

Los centros comerciales son terribles. LLegas sabiendo que solo tienes que ir a una tienda, focalizas toda tu energía en aquellos sujetadores sexys y bragas nuevas que tienes en mente y....¡zaas! Acabas con una colección de medias que si comprabas cinco te regalaban unas, pendientes de colores que no sabes con que combinaran pero parecen vintage, unos zapatos verdes de diez euros que te dolerán solo de pasear por casa, dos cupcakes y una hamburguesa con queso en la barriga y un pijama nuevo que cuando llegas a casa te das cuenta que era exactamente igual que el último que te compraste y que, posiblemente, ni si quiera lo necesitabas ¡pero estaba de oferta!

La realidad te dice que has gastado más de lo que tenías en la cuenta y ahora tocará estar una semana comiendo sandwiches de atún.

Así que ahí estaba yo, con todas las compras esparcidas encima de la mesa y sin saber si sentir orgullo o pena, cuando llamaron al timbre. ¡Solo podía ser él! El chico del maletín misterioso. Bueno, misterioso el chico porque lo que era el maletín lo había inspeccionado de arriba a bajo y solo habían papeles incomprensibles para mi cerebro sin ganas de pensar.

Pero no era él, no era el hombre misterioso y elegante al que esperaba con desespero, sino mi amiga Ester sin H.

Ester había quitado la H cuando tenía cuatro añitos y su profesora le dijo que la H era muda, no entendía porque tenía que hacer esfuerzo en trazar una letra de más y la omitió para el resto de los días.

Ester sin H era una buena amiga  pero verla por la mirilla me despertó una sensación rara. No era normal que estuviera en mi casa (teoricamente no sabía ni que me había ido) y sin previo aviso.

Ester vivía con su pareja y tenían una niña de dos años. En consecuencia hacía dos años que Ester y yo no nos veíamos a solas ni pasábamos largos días tendidas al sol, cerveza en mano, arreglando el mundo.

El timbre volvió a sonar, pobre Ester, yo estaba tan absorta mirándola por la mirilla, que la seguía teniendo esperando en el rellano.

Abrí la puerta y el abrazo que recibí era más cariñoso de lo normal.

- Ester, estoy bien.
- Asia cariño, ¿pero como no me dices que venga a verte antes? Me enteré de lo tuyo porque nos encontramos el otro día a Jose cenando en el Japo de Paseo de Gracia y...
- ¿Como?
- ¿Que?
- ¿Jose cenaba en el japo de paseo de Gracia? - insisí
- Si..
- ¿Con quien...?
- Bueno. No se, pero no eras tu y eso fue muy raro y claro...por eso...
- ¿Una chica?
- Bueno cariño, porque no nos sentamos y sacas algo para tomarnos tranquilamente...
- Nooooooooo.... - y empecé a llorar a lágrima viva, gritos y llantos desbocados que resonarían por el edificio.
- Pero si le has dejado tu niña...él tiene que rehacer...
- ¡Pues entonces seguro que no me quería tanto! Dos meses han pasado eh...

Mientras intentaba pronunciar un discurso entre lágrimas pasamos al salón, nos sentamos en el sofá donde, para el colmo, podíamos observar las cajas de condones intactas. Y es que a una mujer, no se le puede hacer esto, recuperarse tan pronto de una ruptura mientras ella ni si quiera ha echado un polvo.

Esther sin H me abrazó, me escuchó y me ofreció un Kleenex detrás de otro. Cuando me desahogué decidió que necesitábamos un trago. Por la ventana entraba solecito y un buen vino lo cura todo.

- Asia, no encuentro el abridor por ninguna parte...- gritó Ester sin H desde la cocina.
- Es que no tengo abridor - contesté.

Así que me mandó a pedirlo a cualquier piso. Salí, llamé a la puerta de enfrente y tardaron un poco en abrirme. Cuando lo hizo era la chica de los rizos. Me daba la sensación que no le caía muy bien, quizá acababa de oír mis sollozos y pensaba que realmente estaba un poco palla. No me dijo nada, arqueó las cejas con un sutil movimiento que me invitaba a hablar.

- Hola...soy...me llamo Asia, vivo en frente... ¿Me dejarías un abridor? - mi pequeña mueca extraña intentó simular una sonrisa.
- Si, espera, ahora vuelvo. - en dos segundos estaba ahí de nuevo. Me daba un poco de respeto, pero tenía que intentar ser amable, al fin y al cabo, era la vecina de la puerta de enfrente. - Aquí tienes.
- ¡Gracias! Ahora mismo te lo devuelvo, vamos...voy a beber algo de vino, no se, si te gusta...¿quieres una copa?
Me miró raro. Lo noté. ¿Se pensaría que era lesbiana y me estaba insinuando? Como le explicaba yo que estaba con una amiga y solo quería...ser amable...
- No gracias...es que...bueno, estoy merendando unas magdalenas y como que no pegan mucho con el vino.
No le caía bien, seguro.
- Un segundo, ahora te lo doy.
Entré a casa abrí la botella y cuando volví ya no estaba, pero la puerta estaba entreabierta. Se me ocurrió una idea. Le dejé el abridor y una copa de vino blanco. Si no se la quería tomar conmigo al menos que la disfrutara, con magdalenas o sin.

Con Ester sin H nos tumbamos en el sofá, hablamos de la vida y del amor, el desamor, el odio, los celos y el sexo. Bebimos y reimos a carcajadas.

Y me di cuenta de cuanto la echaba de menos.


martes, 4 de febrero de 2014

Cuestión de objetivos

El camarero del bar de la esquina tenía mis zapatos caros en su casa.
No me apetecía reencontrarme con el camarero.
Como consecuencia yo no volvería a pisar el bar de la esquina.
El bar de la esquina se había convertido en MI bar.
Ahora ya no tenía bar.
Que vida más horrible...sin un bar.
Y...¿quizás debería comprar unos zapatos nuevos?

Para empezar tenía que encontrar un bar nuevo, porque una no es nadie sin "un bar" donde poder refugiarse a diario, emborracharse de cervezas un martes o de vino blanco un jueves, donde desayunar un domingo de empalme ¡si fuera necesario! Bueno. O no. Porque para empalmar debería empezar por salir de fiesta el día antes y no estaba muy segura si eso me apetecía.
Todavía.

Mientras estaba tumbada en mi sofá en ropa interior (por aquello de sentirme liberada) y fumándome un cigarro (aún no conseguía desengancharme) decidí que no podía seguir así. Había llegado el momento de salir a la calle y recorrerme el barrio entero en busca de un lugar mejor... ¡sí! Me levanté emocionada y empecé a bailar al ritmo de "all night" de Icona Pop que sonaba en ese momento en la radio, al enloquecer y desvariar con movimientos absurdos de brazos y piernas que prentendían ser una coreografia digna de fama, fui a parar delante de un espejo que no se porque estaba ahí plantado en medio del pasillo ¿quien le había dado permiso para estar ahí? ¿Por qué? ¡¿Y si no quería verme?!  Al hacerlo me di cuenta que llevaba unas braguitas verde pistacho y un sujetador azul marino con brillantitios que no pegaba para nada. Seguro que no había conjunto peor en la faz de la tierra. ¿Por que no podía ser igual de sexy que la vecina del pelo rizado? Seguro que ella tenía conjuntos preciosos y sensuales... yo, sin embargo, era capaz de caminar por la calle en zapatillas de estar por casa y de pretender que verde y azul formen una gama... ¿sexy?

Entonces, en aquél momento, me di cuenta que en mi vida había otras urgencias si lo que realmente quería era mejorar mi vida sexual. Porque estaba claro que ese era mi objetivo número uno.
Pero para poder comprar nuevos modelitos, necesitaba dinero.
Esos billetes que hacia tiempo que escaseaban en mi vida diaria, mientras mi cuenta de ahorros solo bajaba en picado entre piso, tomar algo por aquí, comer por allá y comprar cajas de condones de estilos y sabores que ni si quiera estaba utilizando y que empezaban a formar una colección de lo más curiosa en la estantería del salón.

¿Oh diós mío? ¿Encontrar curro se estaba convirtiendo en mi objetivo número uno? ¿Antes que el sexo? ¿Que todos los hombres a los que estaba a punto de conocer y llevar a mi cama? Bueno, a la cama o al sofá, que desde el sofá tendríamos más a mano la gran variedad de preservativos al gusto del invitado ¿O quizás pensarían que era una loca nimfómana? Podía decirles que era farmacéutica y me los daban gratis...O que eran muestras que te regalaban con los...¿ibuprofenos?

Justo entonces sonó ese ruido extraño y que aún no reconocía. EL TIMBRE.

¿Ahora? ¿Por que llaman al timbre cuando estoy replanteándome seriamente la vida?

Me acerqué a la puerta y miré por la mirilla. "Un comercial trajeado que posiblemente querrá venderme enciclopedias" pensé, si es que todavía se vendían enciclopedias. ¿Tendría el comercial trabajo para mi? ¿Podría yo transportar enciclopedias?

Abrí la puerta y no se quien se asombró más, si yo por ver al guapo hombre en mi piso (que por cierto, solo llevaba maletín, supongo que las enciclopedias han desaparecido des de que la wikipedia llegó al cibermundo) o él, al ver que le recibía medio desnuda. ¡Mierda! Intenté taparme como pude... él balbuceó un par de perdona y...algún "no quería.." y un "ya me voy.."
¿Por qué abro la puerta en ropa interior...desconjuntada?

- ¡¡Que pasa!! Son el azul y el verde que no pegan ¡¡¿No?!! ¿Es eso verdad? - grité sintiéndome tonta al mismo tiempo que las palabras salían de mi boca.

Hubiera querido que en ese momento el hombre del maletín me dijera un "No pegan así que te los voy a arrancar de la piel con los dientes" y me hiciera el amor salvajemente en el suelo de la cocina o en la ducha ¡Incluso le hubiera puesto una bañera de agua caliente! ...Si tuviera bañera, claro.

Pero no, se fue. El hombre se fue por la puerta asustado de mi cuerpo semidesnudo y no hubo rastro de él. ¿Tan mal quedaban azul y verde? Seguro que era culpa de los diamantitos.

Cuando iba a cerrar la puerta y hundirme en mi miseria de mujer sin sexo y con una estantería llena de cajas de condones por abrir, me di cuenta que un maletín negro muy brillante estaba ahí, en mis pies, impidiéndole a mi puerta encajar del todo.

¡Se había olvidado el maletin! Casi me da por bailar de nuevo mi coreografía pero no quise que apareciera la de los rizos de nuevo, así que entré en casa.

Mi objetivo de encontrar curro pasó a un segundo plano.
Necesitaba seducir al hombre del maletín para cuando decidiera volver a buscarlo.

Si es que algún día tenía interés en volver.

Mi nuevo objetivo era comprar ropa interior sexy ¡Yuhuuuu! Seguí bailando hasta darme cuenta que alguien me miraba desde el bloque de enfrente. Un hombre con el ceño fruncido. Desde luego, que problema podían tener todos con mi conjunto, no sabían valorar lo que había en el interior...¡Hombres! ¡No hay quien los entienda!

Asia.





sábado, 11 de enero de 2014

El ceniciento

Han pasado un par de semanas desde que vi a ese chico por primera vez en el bar y aún tengo su imagen grabada en la memoria. ¿Puede alguien impregnarse en tu cerebro y quedarse atascado ahí?
Volví al bar, cada día. Esperando verle de nuevo, esperando que su nueva lista no tratara de cortinas y mesitas de noche si no...por ejemplo de citas que esperaba tener, ¡una lista donde yo estuviera al menos en cuarta posición!
Dios, la cabeza y demasiado tiempo para pensar te hacen decir este tipo de chorradas.
Además, ahora no quería citas, en estos momentos, después de tanto tiempo pensando que había dado el último primer beso, lo que me apetecía eran más besos, con muchos, muchos otros hombres. Hombres nuevos.
¿Nos volvemos locas las mujeres en el proceso post-relación? ¿Estamos más...cachondas? ¿Somos capaces de comer una tarrina de helado de chocolate por día?
Cinco de enero, primera noche de reyes sola. ¿Quería yo pasarla sola? Bueno, y si no..¿con quien?
Las dudas asaltaban mi cabeza, largas horas en pijama bailando por las esquinas de casa y la agenda de teléfonos revisada unas diez veces.
Estaba a punto de llamar a los vecinos e invitarles a helado...¡cuando se me iluminó algo en mi interior! El camarero.

A ver, el camarero del bar donde había ido día si día también me había estado mandando señales continuamente...miradas, saludos, sonrisas, cafés gratis...tapas gratis...y yo no había reaccionado. Muy bien Asia, eres idiota. Te obsesionas con uno y no ves más allá.

Pero nunca es tarde.
Revisión del armario. Desorden total. Creación del más absoluto kaos entre las piezas de ropa, pero mi cuerpo ya lucía un bonito vestido azul marino con un buen escote. Puse la canción de "Dog days are over" a todo volumen y empecé a saltar por casa haciendo piruetas hasta detenerme en el espejo gigante de la entrada. Un  vestido así, requería unos zapatos elegantes. Y yo, odiaba los tacones. Pero esa noche tocaba lucirlos, sí, era el momento de abrir el cofre del tesoro y ponerme aquel par de preciosidades que me costaron lo menos doscientos euros y que utilicé una vez en la boda de una prima de Jose, a la que había visto dos veces en mi vida.

Chaquetita negra para soportar el frío que si todo iba según lo previsto duraría poco y fumar el cigarro de la "emoción" o en todo caso de "calmar la emoción" dirección al bar.

Este día el bar estaba lleno de gente, y yo sola. Por poco tiempo. Me senté en la barra y saludé amable, él respondió con un guiño y en menos de lo que canta un gallo ya tenía un gintonic entre mis manos.

Después de quitarme de encima algún que otro cliente pesado y de ir un poco tocada, el camarero se sentó a mi lado, ya no quedaba mucha gente a la que atender.

- ¿Que haces por aquí sola?
- Es que no podía quedarme en casa despierta, no pasarían los reyes.
- ¿Quieres esperar en la mía mientras pasan por la tuya? A mi, total, seguramente solo me caerá carbón.

No me pareció ingenioso, pero me entraron unas ganas locas de quitarle camiseta, pantalones y lo que hubiera debajo de esos pantalones.

- Última copa y nos vamos.

Y si señor, que no costó nada, que ahí estaba yo, borracha como una cuba camino a casa del camarero, del que, por cierto, no sabía tan siquiera el nombre.

Subimos a su piso, primero nos descalzamos en el comedor, nos acomodamos en el sofá, tomamos la última copa que desencadenó en un beso largo y tendido ¡otro primer beso Asia, al fin! y ya me agarró en sus brazos para trasladarme a la habitación.

Ahora podría mentiros y decir que fue un polvo fantástico, el mejor de mi vida y que me corrí varias veces. Pero no. Y no lo cuento porque lo siguiente que recuerdo después de que me intentara quitar el vestido torpemente es despertarme. Despertarme sin saber si quiera si me había gustado, o qué habíamos hecho. Me sentí mal. No estaba acostumbrada a este tipo de cosas y encima que las hacía ¡era inconsciente por culpa del alcohol! ¡¡¡Nooo!!!

¿Quizá no hicimos nada y caí desmayada como Blancanieves? ¿Me envenenaría con una manzana roja?

La verguenza me empujó a levantarme en silencio, vestirme como pude y andar sigilosamente hasta estar fuera de peligro, fuera de su piso.

Una vez superada la huida con éxito, cerré la puerta suavemente.

¡¡¡¡Mierda!!!!

Mis zapatos.

Había olvidado mis zapatos en el comedor. Oh no. Mis zapatos de doscientos euros. Estuve a punto de volver a llamar, pero la verguenza por los actos cometidos me obligó amablemente a irme, en las zapatillas de estar por casa de mi Ceniciento.

Él cual quizá, se dedica a tocar timbres en busca de la afortunada que tenga esa talla. Y afortunada será porque eran ¡unos zapatos increibles!

Cuando volví al portal, por suerte no había mucha gente, pero justo cuando abrí la puerta para entrar en casa, salía alguien de la casa de enfrente. Una chica alta, guapa, bien vestida, con el pelo rizadísimo.

- Buenas...

- Hola - contestó.

Automáticamente su vista bajó hacía a bajo y vio mis zapatillas.