miércoles, 26 de agosto de 2015

Asia y sus vacaciones en el mar

Me llamo Asia Martínez, soy abogada especialista en recursos humanos y nunca he llevado una bandeja. 
Mi vida era sencilla.
Tranquila.
Fácil,
...pero no era feliz.
Así que lo dejé todo: novio de toda la vida, casa de toda la vida (con el novio de toda la vida) y trabajo de toda la vida (con un jefe "padre del novio de toda la vida").

Una madre lo es todo en esta vida. Es capaz de hacerte sentir bien cuando todo va mal y de hacerte sentir mal cuando crees que todo va bien. Así era Miriam, podíamos no vernos en siglos pero cuando nos veíamos era capaz de encontrar todas las pegas posibles a mis escasos fantásticos méritos.

Estábamos a finales de julio y mi jefe (Mister Universo Cupkeriano) me había dado dos semanas de vacaciones. Al principio, cuando me dio la noticia, casi me da un soponcio. Era muy duro pensar que tenía que dejar de verlo durante esa eternidad, perdí el equilibrio y la bandeja de cafés que sujetaba empezó a hacer malabares en mi mano (o tal vez mi mano hizo malabares con la bandeja) <<mi consciencia bailaba con emoticonos de la sevillana>> , pero, milagrosamente (y raramente en mi) permaneció estable.

- ¿Quince días? ¿Tanto tiempo? ¿Te las apañarás sin mi? - pregunté. (¿Sobreviviré sin poder ver tu sonrisa a diario? - pensé).
- Bueno, en agosto no hay nadie en Barcelona y así te vas por ahí de vacaciones y desconectas. - me contestó. (¿Por qué coño cada día le veía más guapo? ¿Y de qué quería que desconectara? ¿de él?) <<a mi consciencia le caía una gotita azul de la frente>>
- Claro, de vacaciones, ¡genial! - sonreí y seguí sirviendo cafés.

Claro ¡de puta madre! tenía tantas amigas solteras con las que irme a Ibiza o a Menorca o a Formentera, ¡que bien! mira, podría elegir entre amigas solteras o hombres solteros deseando irse conmigo. Y sí, estaba siendo irónica conmigo misma. Así que en cuanto empezó agosto hice las maletas y ante tantísimas opciones, me fui en autobús a casa de mis padres. 

La cosa no pintaba tan mal, vivían en Cadaqués, que es uno de los pueblos más bonitos de la Costa Brava. Podría ponerme morena, pasear, leer, conocer gente y, lo más importante, conseguir olvidar al Mister. Había llegado el momento de sacarlo de mi cabeza para siempre  por un tiempo. <<mi consciencia ya bebía mojitos en la playa>> ¿Por qué mi consciencia odiaba tanto al que podía ser mi gran amor? Es una cosa que aún no lograba entender, aunque teniendo en cuenta lo bien que había ido nuestra última única cita (si es que se le puede llamar cita) (vale, no se le puede llamar cita), era mejor que me lo quitara de la cabeza.

Mis vacaciones de ensueño en Cadaqués se convirtieron en pocas horas en una tortura constante de una madre que intentaba cuidar de su hija (y que se olvidaba que con treinta años las hijas ya se cuidan solas) (bueno, vale... ¡pero lo intentan!). Decía que estaba demasiado delgada porque seguro que no me alimentaba bien, que no comía suficiente fruta. Que si se me caía mucho el pelo porque no comía suficiente fruta, que no tenía suficientes vitaminas porque no comía fruta, que si me sonaba los mocos era porque no comía suficiente fruta...

- ¡Mamá vale ya! Al final resultará que tampoco tengo novio porque no como suficiente fruta. - Me molesté.
- Pues claro hija, seguro. <<mi consciencia se quitaba las gafas de Sol para escuchar más atentamente>> Si no te alimentas, no tienes energía, y si no tienes energía ellos lo notan, lo proyectas todo, tienes que proyectar que estás radiante y para ello necesitas mucha vitamina C... y también...
- Que sí Mamá, que perfecto, que ya compraré manzanas...
- No se trata de que compres manzanas Asia, se trata de...
- ¡En mi nevera sólo hay yogures caducados! Déjame en paz.
- Así nunca podrás llevar chicos a casa, con yogures...
- Mamá, si los chicos vienen a casa no es para comer yogures... y no quiero seguir hablando...


Salí de casa y me fui sola a dar una vuelta. Por un momento pensé que mis vacaciones de ensueño  se iban a acortar rápidamente. Pero respiré y decidí irme a bañar a una calita que solía ir siempre años atrás y que recordaba con mucho cariño. Caminé durante una hora, atravesé rocas de todo tipo y, por fin llegué. Instalé mi toalla en aquél paraiso, me tumbé y, por un momento, se me fueron todos los males. 
Recalco "por un momento" porque los males volvieron en forma de chico buenorro con barba y gafas de Sol, solo, en la playa, a unos metros de mi. (Sí, he dicho "SO-LO") (Sí, he dicho "A UNOS METROS DE MI"). El típico hispter que ahora está tan de moda y que a mi la moda me da igual, pero que me encanta, porque que las barbas me vuelven loca es un hecho. Casi todo esto se podía convertir en una buena noticia ¿verdad? ¡Pues seguro que sí! Lo que pasa es que se trata de mi, Asia Martínez y en mi mundo las buenas noticias se suben rápido al carro de los males. (No tengo ni idea de como he conseguido esa capacidad, es realmente sorprendente). 

El hipster me miró, se quitó las gafas de Sol y me sonrió. (Alucinante, todavía os pensáis que la cosa va bien ¿verdad?). Yo supe que me miraba a mi, no había casi nadie en esa playa, sólo una mujer con dos críos y una abuelita. Así que, como no se tratara de su mujer y sus hijos colocados unas toallas más arriba (siendo yo, seguro que esa podía ser una opción totalmente válida) o le fueran las entraditas en edad (también podría pasarme, sí)  era a mi a quien sonreía. (Después de desglosar estas opciones ya no lo tenía tan claro). 

Pero, decidida, le devolví la sonrisa. Automáticamente me hizo un gesto con las manos invitándome a acercarme. Yo, que me armaba rápido de valor, me puse la parte de arriba de mi bikini y fui a levantarme, pero no lo conseguí. Estando de rodillas me entraron unos terribles retortijones. No era posible <<mi consciencia se había transformado en calaveras de la muerte>> (¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!) El hipster me seguía invitando a acercarme y yo solo podía pensar en dónde coño estaría el váter más cercano, sobretodo teniendo en cuenta que había andado por las rocas como una hora para llegar a esa cala escondida. Me quería morir, de verdad, si se hubiera aparecido la muerte y me hubiera pedido que la acompañara le hubiera dicho que sí sin dudarlo <<las calaveras se habían transformado en cacas sonrientes, claro, supongo que no querían incitarme a morir>>.

- ¿Qué te pasa? - me preguntó el hipster con un tono de voz que en una ocasión normal me hubiera puesto muy cachonda y que ahora solo me incitaba a llorar.
- Que mi madre está loca, eso me pasa y... (¡¡me ha obligado a desayunar kiwis y plátanos porque no sabía como acabar conmigo!!) ... pues se ha ido por las rocas y tengo que ir a buscarla, es que está loca de verdad ¿Sabes? Demente... un desastre. Así que ahora vuelvo.
- ¿Quieres que te ayude?
- ¡¡¡NO!!! - grité y se asustó dando un brinco <<mi consciencia se escondía debajo la toalla>>
- Está bien. - Se volvió a poner las gafas y se tumbó.

Y yo vi como se esfumaba mi nueva oportunidad de que las vacaciones de ensueño fueran realmente las que cambiarían mi vida. Estuve a punto de decirle adiós con la mano gritando ¡adiós oportunidad! pero ni si quiera tenía tiempo para esas tonterías, o corría o no saldría viva de esta. Empecé a saltar rocas sin parar, casi dentro del mar, buscando un rincón suficientemente escondido.

Me costó lo mío, porque no tenía mucho tiempo, pero lo conseguí. Por fin me sentí libre, pude estar tranquila, encontrar mi (wc) rincón particular y, por suerte, llevaba kleenex encima (no, si encima le tendría que estar agradecida a mi madre). Una vez acabé, me giré, y allí estaba él: el hipster, unas rocas más atrás. (¿Qué coño hacía allí? ¿Desde cuando estaba observándome? ¿Podía levantarme y matarle de una pedrada en la cabeza o me meterían en la cárcel? ¿Si luego tiraba la piedra al mar se borrarían las huellas dactilares?) <<me tuve que llevar a mi consciencia a rastras porque lloraba desconsolada>>

- ¿Y tú madre? - me preguntó.
Yo me lo miraba entre enfadada, avergonzada, deprimida, envuelta en ira... no tenía muy clara la emoción que quería expresar.
- ¿No la has encontrado? - insistió.
- ¿Eres imbécil? - Le dije, y seguí subiendo rocas como pude.
- No buscabas a tu madre verdad... - me seguía y se reía y yo quería continuar con mi plan de matarle.
- ¡Que me dejes en paz! ¡Estáis todos locos en Cadaqués! 
El hipster todavía se reía más.
- Vete a la mierda... - añadí, pero tan pronto pronunciaba esas palabras me di cuenta de que no me apetecía hablar de mierdas precisamente...-
- Yo... de verdad, lo siento, no se, pensé que quizá si que necesitarías ayuda con tu madre y...

No quise hablarle, seguí mi camino hasta el pueblo y lo tuve detrás dándome la chapa durante la hora de camino, al llegar al pueblo deduzco que se cansó de seguirme, porque dejé de escuchar su voz. Él no lo sabía pero se había librado de una muerte muy dolorosa. 

Llegué a casa y estaban mis padres poniendo la mesa.

- ¿Quieres comer con nosotros? - preguntó mi padre.
- Quiero morirme ¿puedo? - y me fui a mi habitación directa.
- ¿Qué te pasa cariño? - añadió mi madre - ¿No tienes hambre? ¿Al menos un poquito de fruta?
- ¡¡No pienso comer fruta en mi vida!!

Y quise llorar. Desaparecer. ¿Por qué? Ya me iba suficiente mal en Barcelona para empezar así mis vacaciones en Cadaqués. Empecé a hacer la maleta como loca, que había desecho solo hacía unas horas...ya estaba decidida, me volvía a casa. Pero, de repente, mi padre interrumpió mi momento entrando en la habitación.

- Cielo, ¿Qué te pasa?
- Muchas cosas papá. Estoy sola y no sé qué voy a hacer aquí quince días si no conozco a nadie.
- ¿Te acuerdas de Marina? ¿La vecina? Siempre jugabais juntas de pequeñas, pues lleva ya aquí dos semanas, se ve que lo dejó con su novio y vino a desconectar, sale todas las noches...y...
- ¿Sí? - Se me iluminaron los ojos, pensé unos segundos y recapacité. - Entonces quizá me quedo un día más.

Aquella tarde, me acerqué a ver a Marina, a la que hacía como quince años que no veía. Estuvimos charlando un rato en su terraza y me cayó bien, me invitó aquella noche a salir con ella y unos amigos y a mi se me volvió a dibujar una sonrisa. Eso sí que lo necesitaba.

Quizá las vacaciones no serían tan malas como pensaba.
O quizá todo aquello no había hecho más que empezar.
<<Mi consciencia ya brindaba con copitas y sevillanas>>
Solo esperaba que el alcohol me ayudara a olvidar la "cagada" de aquella mañana (y nunca mejor dicho).