martes, 3 de noviembre de 2015

Yo mataré saltamontes por ti

Se han acabado las vacaciones. Sí. Finish. Finito. End. Bye bye. Se acabó.
Esta cruda realidad puede incitar a la depresión acelerada o a la ingesta descontrolada de alimentos como chocolate, galletas de chocolate o Donetes de chocolate.

*Helado sólo apto para traumas amorosos

¿Os preguntaréis por qué escribo una vez terminadas las vacaciones y no durante? Es muy sencillo. Yo: Asia Martínez escribo para contaros mis desgracias y otras aventuras para que podáis reír y yo pueda evitar echarme a llorar convirtiendo mis lágrimas en anécdotas. (De las que incluso puedo llegar a reírme yo misma) (tranquilos, estoy completamente acostumbrada a ello).
Por lo tanto NO os detallaré el resto de mis vacaciones en el mar porque sorprendentemente fueron bien <<mi consciencia se pone las gafas de Sol negras y sonríe>>.

, evidentemente, el hipster que me descubrió haciendo mis necesidades entre las rocas, estaba aquella noche de fiesta.
, por supuesto que era amigo de Marina y , efectivamente acabamos follando como conejos durante aquella noche. Bueno... durante algunas noches. ¡VALE!, durante el resto de días y noches que pasé allí.
Por fin, unos cuantos polvos de los que te devuelven un poco a la vida y te permiten desahogar todo el estrés acumulado (aunque aumenten tus contracturas de tanta posturita).

Una vez terminadas las vacaciones volví a (la vida real) Barcelona. Pero no volví sola, no. Volví nada más y nada menos que de copiloto del hipster. Resultó que también vivía en Barcelona, de hecho también vivía en Gracia y se ve que también le habían gustado mucho aquellos polvos (¡demasiado!). De hecho le habían gustado tanto que pretendía que nos siguiéramos viendo. Genial (con ironía), fantástico (con más ironía), maravilloso (dándome cabezazos contra la pared).

Llegamos un sábado, sobre las siete de la tarde, cansados (de follar sí, porque no habíamos hecho otra cosa)...
- ¿Nos vemos mañana? - preguntó el hipster al separarnos para ir cada uno hacía su casa (por suerte no éramos vecinos, que, viniendo de mi, no hubiera sido nada raro).
- ¿Mañana? - pregunté casi con un cartel luminoso en la frente con la palabra "AGOBIO" parpadeando.
- ¿Esta semana? - sonrió (¡y lo jodido es que tenía una sonrisa preciosa! pero no me provocaba ningún efecto, esperé a ver si una química ultra espacial aparecía en forma de rayos láser o ondas magnéticas, pero no)
- Pensé que ibas a decir esta noche - respondí divertida y con ironía
- Si quieres...- no captó mi ironía
- ¡No! Era broma... - me avergoncé - ya hablamos... ¿vale? - contesté finalmente.
Y le di un triste beso de refilón que no estoy segura ni de si le rozó la comisura.

Mientras subía los escalones de mi bloque hasta el sexto piso, pensaba "¡Joder Asia! Si un tío te hace esto a ti: te folla durante dos semanas, ¡día y noche! y luego se despide con esta frialdad, le pitarían los oídos tan fuerte que se le perforarían los tímpanos." Pero ahora me veía haciéndolo yo. Sin tan siquiera entenderme y con ganas de llegar a mi piso de solitaria y que nadie me molestara nunca más en esta vida ni en la próxima. <<Mi consciencia le pegaba gritos al corazón, que se ponía unos cascos de música para no escucharla>>

Llegué a mi casa. Dejé la maleta en la entrada (ya la desharía dentro de una semana) y me senté en el sofá. Mientras encendía el ordenador (es una acción mecanizada, encontrar llave, abrir puerta, quitar zapatos, encender ordenador) pensé que es increíble pero sí, las mujeres somos así. Somos seres capaces de tener delante de nuestras narices lo que viene siendo "todo" para no quererlo lo que viene siendo "nada" y lo peor, sin ningún tipo de lógica ni razonamiento (¿Se habría llevado la ciudad mis oxitocinas?)
Sonó el whatsaap y ni lo miré. (¡¿QUÉ?! ¡Si me hacen eso ardo como un volcán en erupción!)

Miré mi casita. Y me di cuenta que la había echado de menos, luego me di cuenta que me había dejado el tendedero lleno de ropa, que ahora tendría tatuada la marca de las pinzas y, por si fuera poco, la ventana abierta, por lo de ventilar y eso. Que bien, dos semanas más tarde ya se habría oxigenado y hasta hecho la fotosíntesis.

Dos segundos de relax en el sofá y ¡tachán! volvía a sentirme sola e insatisfecha. ¿Pero por qué? ¿Alguien le había ejercido algún tipo de maldición a mi sofá? Me hacía más ilusión ir al día siguiente a trabajar que pensar en el hipster. Claro. Ir a trabajar y ver a mi jefe. No. No quería pensar en él. Llevaba dos semanas sin pensar (tanto) en él. Decidido, prohibido nombrarle, igual si no lo nombraba se me pasaba la tontería del todo. Porque seguro que ya se me había pasado un sese... un cincuenta por ciento <<mi consciencia me miró incrédula y con aires de superioridad>>

¿Tendría algo que ver que yo no quisiera al hispter por lo que sentía por el innombrable? Quizá sí, porque si todo mi amor estaba ocupado por él (el cincuenta por ciento, quiero decir) y ya no podía dar más amor. No. A la mierda. Sexo, solo quiero sexo. Sí. Y no quiero que me digan "¿nos vemos mañana?" ni que me manden whatsaaps, no. Sólo sexo sin naaaaaaaaaada más. Así que aprovechando que tenía el ordenador encendido entré en una web de contactos, en la que una vez me di de alta por probar <<mi consciencia se reía con caritas con lágrimas>>. ¿Qué pasa? Seamos realistas, mi vida es lo que pasa mientras voy de casa al trabajo y del trabajo a casa, no van a aparecer príncipes cabalgando caballos blancos por las calles de Gracia, quizá algún que otro hipster en bicicleta, pero probablemente hay más posibilidades de que me atropelle que de que se baje de la bici para conocerme.

Empecé a buscar tíos con tres o cuatro requisitos, acabé rebajando a dos, (sí, a los treinta disminuyen) edad y altura (¡qué pasa! No busco al hombre de mi vida, sólo a alguien con quién pasar un rato divertido y lo quiero a la carta, punto)
Uy, esto pintaba bien. Había varios interesantes. Dudé. Descarté muchos. Había dos que tela... el del pelito rizado o el de los ojos chinos. ¡Bua! ¡Hechizo! ¿De cuál? ¡El del pelo rizado! ¡Toma! <<Mi consciencia se negaba a aplaudirme y el corazón entraba en su cuartito de cristal con paredes insonorizadas>>. Le abrí el chat. Me escribió al segundo. Stop. Oí un ruido raro. Ay diós. ¿Qué coño es eso? No es el ordenador. Es como un "rac rac rac.." ¿Esto es en mi casa? Piel de gallina, tensión absoluta y silencio sepulcral. Otra vez "rac rac rac".

"Rac, rac, rac". Quise morirme varias veces o desaparecer, descarté ambas opciones, y me levanté del sofá sigilosamente, con el portátil en las manos porque el chico del pelo rizado (muy muy rizado) ya me estaba diciendo de conocernos. "Juanjo" me dijo que se llamaba. Y mientras Juanjo me preguntaba mis hobbies y películas favoritas... yo me tiraba en el suelo en plan Rambo buscando de dónde coño venía ese puto sonido que me iba a volver loca. Nada. ¿Serían imaginaciones? ¿Mi vecina y sus juegos sexuales? En fin, Juanjo que quería verme ya ¿Pero cómo pueden ser estas aplicaciones tan efectivas? Pero ¡Si yo no quería verlo todavía! ¿Para qué quería a Juanjo? Para follar. ¿Pero quería ahora follar, si acababa de volver de mis vacaciones de maratón sexual? ¡No! Sólo quería hundirme entre los cojines de mi sofá. Así que le dejé hablando solo por el chat mientras colocaba el portátil encima de la mesa y me fui al baño a lavarme los dientes, parecía que el sonido había cesado pero de repente: LO VI . Ahí estaba. Ese monstruoso ser que había decidido ocupar mi casa en mi ausencia, ese asqueroso insecto negro de patas largas en el suelo de mi baño "¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!"

Pegué un bote, salí del baño y cerré la puerta. ¿Y ahora qué? <<Mi consciencia se descojonaba mientras jugaba a los exploradores>> Yo sudaba y tiritaba (vale, exagero, pero queda bien). Y en ese momento lo supe. Era una tía fuerte, independiente que ahora mismo necesitaba a un hombre al rescate. ¿Pero QUIÉN?

Miré el ordenador. El chat estaba lleno de frases con los gustos de Juanjo, los lugares a los que le encantaba ir, los deportes que practicaba, su música favorita... pero me faltaba una información "¿Mataría saltamontes por mi?" No no no, Asia, no puedes pedirle a un completo desconocido que solo quiere sexo que venga en busca de saltamontes... razona, usa la lógica... vamos, tú puedes. <<"¿Qué te diría tu padre que hicieras?" me preguntaba mi consciencia>> "¡Mi padre mataría al saltamontes JO-DER!".

Mi vecina. Salí de casa. Llamé al timbre. Nada. Llamé otra vez. Nada. Llamé una tercera vez... salió con ojeras de oso panda y pijama, parecía triste.

- ¿Qué pasa? - Preguntó
- Tía, tengo un saltamontes en el baño.
- ¿Y cómo ha entrado?
- Saltando supongo, es un saltamontes...
- ¡Que asco! A mi no me mires que me dan repelús los bichitos...
- ¿Y no tienes algún tío en casa hoy?
- No... joder... ¿por qué me lo recuerdas?- y se fue casi llorando.

Me sentí mal. Volví a casa y caminaba de un lado al otro del salón, mientras mis pensamientos hablaban como si fueran la voz narrada para ciegos:

Fantástico. Plan A fallido. Mi vecina está deprimida por algún hombre. No caza saltamontes y posiblemente se encierre en casa a comer chocolate, o galletas de chocolate o Donetes de chocolate o helado.
*¡En este caso sí está permitido!

Plan B Juanjo. A estas alturas ya me estará contando el color favorito de su tatarabuela. No. Se ha callado. Joder. Ahora no te calles. Que creo que te voy a necesitar...

Suena el teléfono, corta mis pensamientos y surge el plan C : Pablo, el hipster, me está llamando.

"Tenemos que hablar" fueron sus palabras. "Vale", dije yo. "¿Te importa que sea en mi casa?" añadí... "Preferiría que fuera tomando un café tranquilamente en cualquier bar..." contestó.
<<Chuta penalti y faaaaaaaaaaallaaaaaaaa... - a veces mi consciencia retransmitía mi vida en modo partido fútbol>>

Acepté el café. No podía perder la oportunidad. Y además, se merecía una explicación (que ojalá yo tuviera). Cuando me dijo que no entendía mi comportamiento, que él no quería nada serio conmigo, que simplemente estaba a gusto y no entendería que yo lo frenara sin más... le dije que tenía un saltamontes encerrado en el baño, que quería ocupar mi vivienda y que había tenido dos semanas el piso para él solo, sin pagar alquiler y que quizá había querido conquistar el territorio poniendo miles de huevos (casi me echo a llorar al contarlo).

Se dio cuenta rápidamente de que mi situación era mucho más grave que la suya y me acompañó a casa, envolvió al bicho en una toalla y lo tiró por la ventana, le dije que si quería podía tirar también la toalla porque con eso no me secaría en la vida, incluso que si quería que me tirara a mi, que se quedaría con el piso y se evitaría preocupaciones.
Nos reímos un rato, charlamos, y se fue. Se fue sin besarme y sin decirme nada de volver a vernos. Oh, oh. Aquella noche no recibí ningún whatsaap y no dejé de mirar el móvil para ver si se encendía. Joder, ¿en serio ahora me afectaba?
Antes no entendía a los hombres, ahora tampoco me entendía a mi misma. Total, que más da, cogí el ordenador y me puse a hablar de chorradas con Juanjo (una actitud muy madura, lo sé).
 Aún así, aquella noche me fui a dormir pensando en Pablo, el hiptser y es que joder, no cualquier persona de este mundo mataría saltamontes por ti.

(Suspiro)

Fin.