martes, 3 de noviembre de 2015

Yo mataré saltamontes por ti

Se han acabado las vacaciones. Sí. Finish. Finito. End. Bye bye. Se acabó.
Esta cruda realidad puede incitar a la depresión acelerada o a la ingesta descontrolada de alimentos como chocolate, galletas de chocolate o Donetes de chocolate.

*Helado sólo apto para traumas amorosos

¿Os preguntaréis por qué escribo una vez terminadas las vacaciones y no durante? Es muy sencillo. Yo: Asia Martínez escribo para contaros mis desgracias y otras aventuras para que podáis reír y yo pueda evitar echarme a llorar convirtiendo mis lágrimas en anécdotas. (De las que incluso puedo llegar a reírme yo misma) (tranquilos, estoy completamente acostumbrada a ello).
Por lo tanto NO os detallaré el resto de mis vacaciones en el mar porque sorprendentemente fueron bien <<mi consciencia se pone las gafas de Sol negras y sonríe>>.

, evidentemente, el hipster que me descubrió haciendo mis necesidades entre las rocas, estaba aquella noche de fiesta.
, por supuesto que era amigo de Marina y , efectivamente acabamos follando como conejos durante aquella noche. Bueno... durante algunas noches. ¡VALE!, durante el resto de días y noches que pasé allí.
Por fin, unos cuantos polvos de los que te devuelven un poco a la vida y te permiten desahogar todo el estrés acumulado (aunque aumenten tus contracturas de tanta posturita).

Una vez terminadas las vacaciones volví a (la vida real) Barcelona. Pero no volví sola, no. Volví nada más y nada menos que de copiloto del hipster. Resultó que también vivía en Barcelona, de hecho también vivía en Gracia y se ve que también le habían gustado mucho aquellos polvos (¡demasiado!). De hecho le habían gustado tanto que pretendía que nos siguiéramos viendo. Genial (con ironía), fantástico (con más ironía), maravilloso (dándome cabezazos contra la pared).

Llegamos un sábado, sobre las siete de la tarde, cansados (de follar sí, porque no habíamos hecho otra cosa)...
- ¿Nos vemos mañana? - preguntó el hipster al separarnos para ir cada uno hacía su casa (por suerte no éramos vecinos, que, viniendo de mi, no hubiera sido nada raro).
- ¿Mañana? - pregunté casi con un cartel luminoso en la frente con la palabra "AGOBIO" parpadeando.
- ¿Esta semana? - sonrió (¡y lo jodido es que tenía una sonrisa preciosa! pero no me provocaba ningún efecto, esperé a ver si una química ultra espacial aparecía en forma de rayos láser o ondas magnéticas, pero no)
- Pensé que ibas a decir esta noche - respondí divertida y con ironía
- Si quieres...- no captó mi ironía
- ¡No! Era broma... - me avergoncé - ya hablamos... ¿vale? - contesté finalmente.
Y le di un triste beso de refilón que no estoy segura ni de si le rozó la comisura.

Mientras subía los escalones de mi bloque hasta el sexto piso, pensaba "¡Joder Asia! Si un tío te hace esto a ti: te folla durante dos semanas, ¡día y noche! y luego se despide con esta frialdad, le pitarían los oídos tan fuerte que se le perforarían los tímpanos." Pero ahora me veía haciéndolo yo. Sin tan siquiera entenderme y con ganas de llegar a mi piso de solitaria y que nadie me molestara nunca más en esta vida ni en la próxima. <<Mi consciencia le pegaba gritos al corazón, que se ponía unos cascos de música para no escucharla>>

Llegué a mi casa. Dejé la maleta en la entrada (ya la desharía dentro de una semana) y me senté en el sofá. Mientras encendía el ordenador (es una acción mecanizada, encontrar llave, abrir puerta, quitar zapatos, encender ordenador) pensé que es increíble pero sí, las mujeres somos así. Somos seres capaces de tener delante de nuestras narices lo que viene siendo "todo" para no quererlo lo que viene siendo "nada" y lo peor, sin ningún tipo de lógica ni razonamiento (¿Se habría llevado la ciudad mis oxitocinas?)
Sonó el whatsaap y ni lo miré. (¡¿QUÉ?! ¡Si me hacen eso ardo como un volcán en erupción!)

Miré mi casita. Y me di cuenta que la había echado de menos, luego me di cuenta que me había dejado el tendedero lleno de ropa, que ahora tendría tatuada la marca de las pinzas y, por si fuera poco, la ventana abierta, por lo de ventilar y eso. Que bien, dos semanas más tarde ya se habría oxigenado y hasta hecho la fotosíntesis.

Dos segundos de relax en el sofá y ¡tachán! volvía a sentirme sola e insatisfecha. ¿Pero por qué? ¿Alguien le había ejercido algún tipo de maldición a mi sofá? Me hacía más ilusión ir al día siguiente a trabajar que pensar en el hipster. Claro. Ir a trabajar y ver a mi jefe. No. No quería pensar en él. Llevaba dos semanas sin pensar (tanto) en él. Decidido, prohibido nombrarle, igual si no lo nombraba se me pasaba la tontería del todo. Porque seguro que ya se me había pasado un sese... un cincuenta por ciento <<mi consciencia me miró incrédula y con aires de superioridad>>

¿Tendría algo que ver que yo no quisiera al hispter por lo que sentía por el innombrable? Quizá sí, porque si todo mi amor estaba ocupado por él (el cincuenta por ciento, quiero decir) y ya no podía dar más amor. No. A la mierda. Sexo, solo quiero sexo. Sí. Y no quiero que me digan "¿nos vemos mañana?" ni que me manden whatsaaps, no. Sólo sexo sin naaaaaaaaaada más. Así que aprovechando que tenía el ordenador encendido entré en una web de contactos, en la que una vez me di de alta por probar <<mi consciencia se reía con caritas con lágrimas>>. ¿Qué pasa? Seamos realistas, mi vida es lo que pasa mientras voy de casa al trabajo y del trabajo a casa, no van a aparecer príncipes cabalgando caballos blancos por las calles de Gracia, quizá algún que otro hipster en bicicleta, pero probablemente hay más posibilidades de que me atropelle que de que se baje de la bici para conocerme.

Empecé a buscar tíos con tres o cuatro requisitos, acabé rebajando a dos, (sí, a los treinta disminuyen) edad y altura (¡qué pasa! No busco al hombre de mi vida, sólo a alguien con quién pasar un rato divertido y lo quiero a la carta, punto)
Uy, esto pintaba bien. Había varios interesantes. Dudé. Descarté muchos. Había dos que tela... el del pelito rizado o el de los ojos chinos. ¡Bua! ¡Hechizo! ¿De cuál? ¡El del pelo rizado! ¡Toma! <<Mi consciencia se negaba a aplaudirme y el corazón entraba en su cuartito de cristal con paredes insonorizadas>>. Le abrí el chat. Me escribió al segundo. Stop. Oí un ruido raro. Ay diós. ¿Qué coño es eso? No es el ordenador. Es como un "rac rac rac.." ¿Esto es en mi casa? Piel de gallina, tensión absoluta y silencio sepulcral. Otra vez "rac rac rac".

"Rac, rac, rac". Quise morirme varias veces o desaparecer, descarté ambas opciones, y me levanté del sofá sigilosamente, con el portátil en las manos porque el chico del pelo rizado (muy muy rizado) ya me estaba diciendo de conocernos. "Juanjo" me dijo que se llamaba. Y mientras Juanjo me preguntaba mis hobbies y películas favoritas... yo me tiraba en el suelo en plan Rambo buscando de dónde coño venía ese puto sonido que me iba a volver loca. Nada. ¿Serían imaginaciones? ¿Mi vecina y sus juegos sexuales? En fin, Juanjo que quería verme ya ¿Pero cómo pueden ser estas aplicaciones tan efectivas? Pero ¡Si yo no quería verlo todavía! ¿Para qué quería a Juanjo? Para follar. ¿Pero quería ahora follar, si acababa de volver de mis vacaciones de maratón sexual? ¡No! Sólo quería hundirme entre los cojines de mi sofá. Así que le dejé hablando solo por el chat mientras colocaba el portátil encima de la mesa y me fui al baño a lavarme los dientes, parecía que el sonido había cesado pero de repente: LO VI . Ahí estaba. Ese monstruoso ser que había decidido ocupar mi casa en mi ausencia, ese asqueroso insecto negro de patas largas en el suelo de mi baño "¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!"

Pegué un bote, salí del baño y cerré la puerta. ¿Y ahora qué? <<Mi consciencia se descojonaba mientras jugaba a los exploradores>> Yo sudaba y tiritaba (vale, exagero, pero queda bien). Y en ese momento lo supe. Era una tía fuerte, independiente que ahora mismo necesitaba a un hombre al rescate. ¿Pero QUIÉN?

Miré el ordenador. El chat estaba lleno de frases con los gustos de Juanjo, los lugares a los que le encantaba ir, los deportes que practicaba, su música favorita... pero me faltaba una información "¿Mataría saltamontes por mi?" No no no, Asia, no puedes pedirle a un completo desconocido que solo quiere sexo que venga en busca de saltamontes... razona, usa la lógica... vamos, tú puedes. <<"¿Qué te diría tu padre que hicieras?" me preguntaba mi consciencia>> "¡Mi padre mataría al saltamontes JO-DER!".

Mi vecina. Salí de casa. Llamé al timbre. Nada. Llamé otra vez. Nada. Llamé una tercera vez... salió con ojeras de oso panda y pijama, parecía triste.

- ¿Qué pasa? - Preguntó
- Tía, tengo un saltamontes en el baño.
- ¿Y cómo ha entrado?
- Saltando supongo, es un saltamontes...
- ¡Que asco! A mi no me mires que me dan repelús los bichitos...
- ¿Y no tienes algún tío en casa hoy?
- No... joder... ¿por qué me lo recuerdas?- y se fue casi llorando.

Me sentí mal. Volví a casa y caminaba de un lado al otro del salón, mientras mis pensamientos hablaban como si fueran la voz narrada para ciegos:

Fantástico. Plan A fallido. Mi vecina está deprimida por algún hombre. No caza saltamontes y posiblemente se encierre en casa a comer chocolate, o galletas de chocolate o Donetes de chocolate o helado.
*¡En este caso sí está permitido!

Plan B Juanjo. A estas alturas ya me estará contando el color favorito de su tatarabuela. No. Se ha callado. Joder. Ahora no te calles. Que creo que te voy a necesitar...

Suena el teléfono, corta mis pensamientos y surge el plan C : Pablo, el hipster, me está llamando.

"Tenemos que hablar" fueron sus palabras. "Vale", dije yo. "¿Te importa que sea en mi casa?" añadí... "Preferiría que fuera tomando un café tranquilamente en cualquier bar..." contestó.
<<Chuta penalti y faaaaaaaaaaallaaaaaaaa... - a veces mi consciencia retransmitía mi vida en modo partido fútbol>>

Acepté el café. No podía perder la oportunidad. Y además, se merecía una explicación (que ojalá yo tuviera). Cuando me dijo que no entendía mi comportamiento, que él no quería nada serio conmigo, que simplemente estaba a gusto y no entendería que yo lo frenara sin más... le dije que tenía un saltamontes encerrado en el baño, que quería ocupar mi vivienda y que había tenido dos semanas el piso para él solo, sin pagar alquiler y que quizá había querido conquistar el territorio poniendo miles de huevos (casi me echo a llorar al contarlo).

Se dio cuenta rápidamente de que mi situación era mucho más grave que la suya y me acompañó a casa, envolvió al bicho en una toalla y lo tiró por la ventana, le dije que si quería podía tirar también la toalla porque con eso no me secaría en la vida, incluso que si quería que me tirara a mi, que se quedaría con el piso y se evitaría preocupaciones.
Nos reímos un rato, charlamos, y se fue. Se fue sin besarme y sin decirme nada de volver a vernos. Oh, oh. Aquella noche no recibí ningún whatsaap y no dejé de mirar el móvil para ver si se encendía. Joder, ¿en serio ahora me afectaba?
Antes no entendía a los hombres, ahora tampoco me entendía a mi misma. Total, que más da, cogí el ordenador y me puse a hablar de chorradas con Juanjo (una actitud muy madura, lo sé).
 Aún así, aquella noche me fui a dormir pensando en Pablo, el hiptser y es que joder, no cualquier persona de este mundo mataría saltamontes por ti.

(Suspiro)

Fin.






miércoles, 26 de agosto de 2015

Asia y sus vacaciones en el mar

Me llamo Asia Martínez, soy abogada especialista en recursos humanos y nunca he llevado una bandeja. 
Mi vida era sencilla.
Tranquila.
Fácil,
...pero no era feliz.
Así que lo dejé todo: novio de toda la vida, casa de toda la vida (con el novio de toda la vida) y trabajo de toda la vida (con un jefe "padre del novio de toda la vida").

Una madre lo es todo en esta vida. Es capaz de hacerte sentir bien cuando todo va mal y de hacerte sentir mal cuando crees que todo va bien. Así era Miriam, podíamos no vernos en siglos pero cuando nos veíamos era capaz de encontrar todas las pegas posibles a mis escasos fantásticos méritos.

Estábamos a finales de julio y mi jefe (Mister Universo Cupkeriano) me había dado dos semanas de vacaciones. Al principio, cuando me dio la noticia, casi me da un soponcio. Era muy duro pensar que tenía que dejar de verlo durante esa eternidad, perdí el equilibrio y la bandeja de cafés que sujetaba empezó a hacer malabares en mi mano (o tal vez mi mano hizo malabares con la bandeja) <<mi consciencia bailaba con emoticonos de la sevillana>> , pero, milagrosamente (y raramente en mi) permaneció estable.

- ¿Quince días? ¿Tanto tiempo? ¿Te las apañarás sin mi? - pregunté. (¿Sobreviviré sin poder ver tu sonrisa a diario? - pensé).
- Bueno, en agosto no hay nadie en Barcelona y así te vas por ahí de vacaciones y desconectas. - me contestó. (¿Por qué coño cada día le veía más guapo? ¿Y de qué quería que desconectara? ¿de él?) <<a mi consciencia le caía una gotita azul de la frente>>
- Claro, de vacaciones, ¡genial! - sonreí y seguí sirviendo cafés.

Claro ¡de puta madre! tenía tantas amigas solteras con las que irme a Ibiza o a Menorca o a Formentera, ¡que bien! mira, podría elegir entre amigas solteras o hombres solteros deseando irse conmigo. Y sí, estaba siendo irónica conmigo misma. Así que en cuanto empezó agosto hice las maletas y ante tantísimas opciones, me fui en autobús a casa de mis padres. 

La cosa no pintaba tan mal, vivían en Cadaqués, que es uno de los pueblos más bonitos de la Costa Brava. Podría ponerme morena, pasear, leer, conocer gente y, lo más importante, conseguir olvidar al Mister. Había llegado el momento de sacarlo de mi cabeza para siempre  por un tiempo. <<mi consciencia ya bebía mojitos en la playa>> ¿Por qué mi consciencia odiaba tanto al que podía ser mi gran amor? Es una cosa que aún no lograba entender, aunque teniendo en cuenta lo bien que había ido nuestra última única cita (si es que se le puede llamar cita) (vale, no se le puede llamar cita), era mejor que me lo quitara de la cabeza.

Mis vacaciones de ensueño en Cadaqués se convirtieron en pocas horas en una tortura constante de una madre que intentaba cuidar de su hija (y que se olvidaba que con treinta años las hijas ya se cuidan solas) (bueno, vale... ¡pero lo intentan!). Decía que estaba demasiado delgada porque seguro que no me alimentaba bien, que no comía suficiente fruta. Que si se me caía mucho el pelo porque no comía suficiente fruta, que no tenía suficientes vitaminas porque no comía fruta, que si me sonaba los mocos era porque no comía suficiente fruta...

- ¡Mamá vale ya! Al final resultará que tampoco tengo novio porque no como suficiente fruta. - Me molesté.
- Pues claro hija, seguro. <<mi consciencia se quitaba las gafas de Sol para escuchar más atentamente>> Si no te alimentas, no tienes energía, y si no tienes energía ellos lo notan, lo proyectas todo, tienes que proyectar que estás radiante y para ello necesitas mucha vitamina C... y también...
- Que sí Mamá, que perfecto, que ya compraré manzanas...
- No se trata de que compres manzanas Asia, se trata de...
- ¡En mi nevera sólo hay yogures caducados! Déjame en paz.
- Así nunca podrás llevar chicos a casa, con yogures...
- Mamá, si los chicos vienen a casa no es para comer yogures... y no quiero seguir hablando...


Salí de casa y me fui sola a dar una vuelta. Por un momento pensé que mis vacaciones de ensueño  se iban a acortar rápidamente. Pero respiré y decidí irme a bañar a una calita que solía ir siempre años atrás y que recordaba con mucho cariño. Caminé durante una hora, atravesé rocas de todo tipo y, por fin llegué. Instalé mi toalla en aquél paraiso, me tumbé y, por un momento, se me fueron todos los males. 
Recalco "por un momento" porque los males volvieron en forma de chico buenorro con barba y gafas de Sol, solo, en la playa, a unos metros de mi. (Sí, he dicho "SO-LO") (Sí, he dicho "A UNOS METROS DE MI"). El típico hispter que ahora está tan de moda y que a mi la moda me da igual, pero que me encanta, porque que las barbas me vuelven loca es un hecho. Casi todo esto se podía convertir en una buena noticia ¿verdad? ¡Pues seguro que sí! Lo que pasa es que se trata de mi, Asia Martínez y en mi mundo las buenas noticias se suben rápido al carro de los males. (No tengo ni idea de como he conseguido esa capacidad, es realmente sorprendente). 

El hipster me miró, se quitó las gafas de Sol y me sonrió. (Alucinante, todavía os pensáis que la cosa va bien ¿verdad?). Yo supe que me miraba a mi, no había casi nadie en esa playa, sólo una mujer con dos críos y una abuelita. Así que, como no se tratara de su mujer y sus hijos colocados unas toallas más arriba (siendo yo, seguro que esa podía ser una opción totalmente válida) o le fueran las entraditas en edad (también podría pasarme, sí)  era a mi a quien sonreía. (Después de desglosar estas opciones ya no lo tenía tan claro). 

Pero, decidida, le devolví la sonrisa. Automáticamente me hizo un gesto con las manos invitándome a acercarme. Yo, que me armaba rápido de valor, me puse la parte de arriba de mi bikini y fui a levantarme, pero no lo conseguí. Estando de rodillas me entraron unos terribles retortijones. No era posible <<mi consciencia se había transformado en calaveras de la muerte>> (¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!) El hipster me seguía invitando a acercarme y yo solo podía pensar en dónde coño estaría el váter más cercano, sobretodo teniendo en cuenta que había andado por las rocas como una hora para llegar a esa cala escondida. Me quería morir, de verdad, si se hubiera aparecido la muerte y me hubiera pedido que la acompañara le hubiera dicho que sí sin dudarlo <<las calaveras se habían transformado en cacas sonrientes, claro, supongo que no querían incitarme a morir>>.

- ¿Qué te pasa? - me preguntó el hipster con un tono de voz que en una ocasión normal me hubiera puesto muy cachonda y que ahora solo me incitaba a llorar.
- Que mi madre está loca, eso me pasa y... (¡¡me ha obligado a desayunar kiwis y plátanos porque no sabía como acabar conmigo!!) ... pues se ha ido por las rocas y tengo que ir a buscarla, es que está loca de verdad ¿Sabes? Demente... un desastre. Así que ahora vuelvo.
- ¿Quieres que te ayude?
- ¡¡¡NO!!! - grité y se asustó dando un brinco <<mi consciencia se escondía debajo la toalla>>
- Está bien. - Se volvió a poner las gafas y se tumbó.

Y yo vi como se esfumaba mi nueva oportunidad de que las vacaciones de ensueño fueran realmente las que cambiarían mi vida. Estuve a punto de decirle adiós con la mano gritando ¡adiós oportunidad! pero ni si quiera tenía tiempo para esas tonterías, o corría o no saldría viva de esta. Empecé a saltar rocas sin parar, casi dentro del mar, buscando un rincón suficientemente escondido.

Me costó lo mío, porque no tenía mucho tiempo, pero lo conseguí. Por fin me sentí libre, pude estar tranquila, encontrar mi (wc) rincón particular y, por suerte, llevaba kleenex encima (no, si encima le tendría que estar agradecida a mi madre). Una vez acabé, me giré, y allí estaba él: el hipster, unas rocas más atrás. (¿Qué coño hacía allí? ¿Desde cuando estaba observándome? ¿Podía levantarme y matarle de una pedrada en la cabeza o me meterían en la cárcel? ¿Si luego tiraba la piedra al mar se borrarían las huellas dactilares?) <<me tuve que llevar a mi consciencia a rastras porque lloraba desconsolada>>

- ¿Y tú madre? - me preguntó.
Yo me lo miraba entre enfadada, avergonzada, deprimida, envuelta en ira... no tenía muy clara la emoción que quería expresar.
- ¿No la has encontrado? - insistió.
- ¿Eres imbécil? - Le dije, y seguí subiendo rocas como pude.
- No buscabas a tu madre verdad... - me seguía y se reía y yo quería continuar con mi plan de matarle.
- ¡Que me dejes en paz! ¡Estáis todos locos en Cadaqués! 
El hipster todavía se reía más.
- Vete a la mierda... - añadí, pero tan pronto pronunciaba esas palabras me di cuenta de que no me apetecía hablar de mierdas precisamente...-
- Yo... de verdad, lo siento, no se, pensé que quizá si que necesitarías ayuda con tu madre y...

No quise hablarle, seguí mi camino hasta el pueblo y lo tuve detrás dándome la chapa durante la hora de camino, al llegar al pueblo deduzco que se cansó de seguirme, porque dejé de escuchar su voz. Él no lo sabía pero se había librado de una muerte muy dolorosa. 

Llegué a casa y estaban mis padres poniendo la mesa.

- ¿Quieres comer con nosotros? - preguntó mi padre.
- Quiero morirme ¿puedo? - y me fui a mi habitación directa.
- ¿Qué te pasa cariño? - añadió mi madre - ¿No tienes hambre? ¿Al menos un poquito de fruta?
- ¡¡No pienso comer fruta en mi vida!!

Y quise llorar. Desaparecer. ¿Por qué? Ya me iba suficiente mal en Barcelona para empezar así mis vacaciones en Cadaqués. Empecé a hacer la maleta como loca, que había desecho solo hacía unas horas...ya estaba decidida, me volvía a casa. Pero, de repente, mi padre interrumpió mi momento entrando en la habitación.

- Cielo, ¿Qué te pasa?
- Muchas cosas papá. Estoy sola y no sé qué voy a hacer aquí quince días si no conozco a nadie.
- ¿Te acuerdas de Marina? ¿La vecina? Siempre jugabais juntas de pequeñas, pues lleva ya aquí dos semanas, se ve que lo dejó con su novio y vino a desconectar, sale todas las noches...y...
- ¿Sí? - Se me iluminaron los ojos, pensé unos segundos y recapacité. - Entonces quizá me quedo un día más.

Aquella tarde, me acerqué a ver a Marina, a la que hacía como quince años que no veía. Estuvimos charlando un rato en su terraza y me cayó bien, me invitó aquella noche a salir con ella y unos amigos y a mi se me volvió a dibujar una sonrisa. Eso sí que lo necesitaba.

Quizá las vacaciones no serían tan malas como pensaba.
O quizá todo aquello no había hecho más que empezar.
<<Mi consciencia ya brindaba con copitas y sevillanas>>
Solo esperaba que el alcohol me ayudara a olvidar la "cagada" de aquella mañana (y nunca mejor dicho).

domingo, 22 de marzo de 2015

Buenas noches y felices treinta primaveras Asia

Me llamo Asia Martínez, soy abogada especialista en recursos humanos y nunca he llevado una bandeja. 
Mi vida era sencilla.
Tranquila.
Fácil,
...pero no era feliz.
Así que lo dejé todo: novio de toda la vida, casa de toda la vida (con el novio de toda la vida) y trabajo de toda la vida (con un jefe "padre del novio de toda la vida").

Treinta. Cumples treinta años. Y ahí estás tú, en frente de un cupcake de redvelved con una vela, a punto de soplarla y de que tu amiga notefallarésomoscompañerasdelavidaydelamor te saqué una foto para instagram donde prosiblemente te veas fea, gorda, cansada, con ojeras, triste y sola. Aunque bueno luego el filtro valencia lo soluciona todo. 
O... casi todo.

Cuando eras pequeña y te veías con treinta años te imaginabas que tendrías una casa con piscina, un marido guapo, cuatro hijos, dos perros y una tortuga. Al cabo de unos años, te veías con un piso, un marido (lo de guapo ya no era esencial), una hija, un bombo en la barriga  y un gato que jugara a través del cristal de la pecera con tu tortuga. Cada vez que se acerca más la fecha te das cuenta que las probabilidades de que algo de eso suceda son muy escasas y que todo son sueños de una vida que nos venden y que, por momentos, llegamos a creer que tal vez puede ocurrir, ilusas de nosotras. <<Mi consciencia me miraba con cara de emoticono que enseña dientes y se burla>>

No, mujeres del mundo, a los treinta no aparece un príncipe en caballo blanco a salvarnos del desastre absoluto. A los treinta todo sigue igual, o peor... <<¡¡¡peor!!! gritaba y se reía mi consciencia formada en aquél instante por los tres monos que se tapan boca, orejas y ojos>>>

Esa mañana, cumplía treinta años, estaba sola en mi pisito de alquiler en el centro de Barcelona, invadido por un desastre absoluto de platos por fregar, ropa por recoger, lavadoras que poner...Pero, lo más importante era elegir la ropa adecuada que debía ponerme para la ocasión, que no cada día se cumple una cifra de estas horribles  características.
Así que, busqué y rebusqué en el gigante armario donde siempre hay de todo y nunca encuentras nada y me probé todas las camisetas mientras  me planteaba si comprar o no una tortuga, hasta que ocurrió la desgracia de las desgracias: los vaqueros no me entraban <<ambulancias, bomberos y coches de policía resonaban en mi cabeza>>

Supongo que no puedes tener treinta años y pretender seguir entrando en la talla treinta y séis sólo porque con veintinueve si lo hacías. << ahora mi consciencia lloraba con el emoticono de las risas con lágrimas>> pero yo no pensaba darme por vencida o la depresión de la edad aumentaría hasta puntos de locura insospechables. 
Era muy simple, solo tenía que dejar los cupcakes, los Mc Menús de los domingos de resaca, las pizzas de los viernes de pelisofámanta y las ensaladas de pasta a modo industrial (uno de mis trucos para cocinar poco, hacer una montaña de ensalada de pasta y comerla para desayunar, comer, cenar y así consecutivamente hasta acabar existencias) (¿Qué pasa? al menos ahorraba tiempo y dinero)

Pero, todo esto tenía que terminar. Tragué saliva, cogí aire y, después de saltar, estirar, hacer una danza del vientre a la pata coja, ¡¡conseguí entrar en los pantalones!! Lo que no podía asegurar ahora es que tuviera posibilidad alguna de salir de ahí. 

Empecé ese precioso día de primavera, porque yo soy así, cumplo con las primaveras, saliendo a la calle con mi melena al viento, camisa rosa palo y vaqueros que formaban una segunda capa de mi piel y me encontré con una bonita mañana de lluvia que me acompañó todo el camino al trabajo. No tenía paraguas, así que no me quedó otra que mojarme y llegar chorreando y con el rímel corrido a mi hermosa pasteleria de cupcakes, con mi hermoso jefe al que ya no sabía si amaba u odiaba, y que seguía ahí, con su bonita sonrisa, torturándome la vida y haciendo borrosos todos y cada uno de mis objetivos en esta. (¿Quería hombres o lo quería a él?) <<Mi consciencia había creado un instavideo con los mejores momentos de sus sonrisas>>


- Buenos días Asia, ¿Qué te ha pasado?
- El cielo, que está loco por felicitarme la llegada de los treinta.
- ¿No me digas? ¿Es hoy? - preguntó mientras acababa de colocar las mesas.

(¡¡Ja!! ¿Cómo iba un tío como él a recordar tal fecha? Aunque lo llevara recordando durante un mes seguido, por la ansiedad que me provocaba ese terrorífico día en que dejara de ser oficialmente joven, aunque lo hubiera marcado en el calendario del trabajo, y dibujado en la pizarrita que anunciaba el cupcake del día... aunque se lo hubiera puesto como alarma de su puto móvil, Mister Universo cupkeriano jamás iba a tener un detalle conmigo)

- Sí.... ¡es hoy! ya ves... que sorpresa eh...
- Bueno, pues hoy si quieres, a la tarde cuando salgamos nos tomamos algo.

(¿Ahora tenía que suponer que había algún tipo de ironía, broma, truco, malicia, doble sentido... en esa simple frase o realmente me estaba diciendo lo que creía que había entendido? Preferí entender que no había entendido en absoluto, valga la redundancia, el significado de la frase).

Seguí trabajando como de costumbre; sonriendo a los clientes, como de costumbre; haciendo equilibrios con mi querida bandeja, como de costumbre, pero a mi querido/odiado jefe ni le miré. En mis ratos libres contestaba whatsaps que más que alegrarme me tocaban las narices, no me gusta que todos y cada uno me recuerden "que ya cambias de cifra" "que dejas el dos atrás" "que si ahora no se que" o "que si ahora no se cuantos", no. Es un puto día más, de un puto mes más, de un puto año más. 

Y entonces pasó, un mensaje de whatsap del indeseable de mi ex. El que tardo días contados en superar nuestra ruptura encontrando a otra chica y enamorandose locamente cuando dos días atrás lloraba por mí. " Espero que tengas un día especial pequeña, disfruta de este pasito de avestruz. Te quiero".  

Y yo, Asia Martínez, me sentí diminuta-pequeña-invisible-microscópica; me acordé de cuando inventábamos palabras, de cuando reíamos por bromas absurdas, de cuando cocinábamos y quemábamos plásticos de microondas, o cuando nos hacíamos sorpresas inesperadas y nos acabábamos descubriendo...; o de cuantos pasitos de avestruz, como solíamos decir, habíamos dado juntos, ¿para qué? para llegar a la mierda de jodido desamor que arrasó con todo sin un solo por qué. 

Y entonces me eché a llorar. Ya no quería cumplir treinta. <<¿antes sí? preguntaba mi consciencia irónica>>

- Eh...eh, eh...Asia, ¿Qué pasa? - Se acercó el puto Mister Cupcake con aires de ternura.
- No pasa nada, bueno sí, pasa eso, ¡pasa que no pasa nada! - empezaba a liarme con las palabras - que he agotado un tercio de mi vida entera y me da miedo no saber si cada día que me levanto soy sucifientemente feliz...
- Pero...tienes muchas cosas que te van bien...
- ¡¡Pero si ni si quiera tengo una tortuga!!
- ¿Una tortuga? - Me preguntó extrañado.

Él no entendía por qué quería una tortuga y yo no le entendía a él. Ni a él, ni a mi ex que me enviaba mensajes bonitos para recordar que ahora ya ni existíamos uno para el otro, ni al resto de hombres que se cruzaban en mi camino y en mi cama. A ninguno. Y si con treinta años no había conseguido entender a un hombre en la faz de la tierra ¿Cuando podría encontrar una pareja estable y empezar mi etapa de mamá joven que siempre había soñado? (Pausa, Asia piensa mejor, me dije a mi misma) ¡A la mierda! ¡Quiero tres cervezas!

- Vámonos a beber. - dije sin pensar, ya no quedaba nadie y era hora de cerrar.
- Bueno venga vale, vamos. Espera. - balbuceó.

Se fue a la cocina y volvió con una bolsita de la pastelería, le miré raro, a saber. ¿Se pensaría que íbamos a tomar algo a solas? <<mi consciencia se reía a carcajadas de él>> 

Ahí afuera de la pastelería estaba mi gran amiga del mundo mundial, Ester sin H con una sonrisa de oreja a oreja. Miró extrañada cuando nos vio salir a los dos juntos.

- Feliz cumple amor... - me abrazó con todas sus fuerzas - ¿Veinticuantos? 
- Veintitantos... 

Las dos reímos. Ester tenía marido y niña, casa y trabajo, tranquilidad y estabilidad. Yo creía que ella lo tenía todo y yo no tenía nada, pero ella creía que yo lo tenía todo y que ella no sabía si quería nada de lo que tenía. Pero solo lo presentía por su mirada de ojos tristes. Nada que no pudieran dejar atrás por una tarde tres cervezas del bar irlandés de la esquina. Quien dice tres dice cuatro, o cinco, o las que caigan.

- Ah pero... ¿este se apunta? - me preguntó Ester anonadada sin que él la escuchara
- Se ve que sí, quien lo entienda que lo compre, pero hoy aceptamos pulpo como animal de compañía.
- Aceptamos. Pulpo o... 

En ese momento se acercó al maletero de su coche y sacó una caja. ¡Una pecera con...

- ¡¡¡Aceptamos tortuga como logro de los treinta!! - Grité
- ¡¡Felicidades!! 

No podía creerlo, mister cupcake nos miraba alucinado, pero sonriente. Nos fuimos los cuatro al bar irlandés. Digo los cuatro porque incluyo a Tortuga (ese pasaría a ser su nombre de pila, por mi maravilloso ingenio e imaginación, a lo desayuno con diamantes). 

En el bar, después de perder la cuenta de las cervezas que estábamos pidiendo, Mister Cupcake sacó de la bolsa un cupcake de redvelved, mi preferido, con una vela. La encendió y los dos empezaron a cantar cumpleaños feliz. 

Yo, quizá, esperaba mi entrada a los treinta pegándome un revolcón con el hombre de mi vida (o alguno de ellos), pero emborracharme y comer cupcakes con mi mejor amiga y aquél amado/odiado ser tampoco estaba del todo mal. Al fin y al cabo, lo que importa es lo que la vida te hace sentir y ellos me hacían sentir especial.
<<mi consciencia brindaba con emoticonos de jarras de cerveza y globitos rojos>>
y yo soplé con fuerza deseando que al menos el hombre llegara los treinta y uno.





Entonces pasó lo que nunca pasa. Lo que no te esperas. Lo que te puede torcer la vida y cambiártela para siempre o, en caso de Asia Martínez, cagarla para siempre.

Mister Cupcake me acompañó a casa, hasta la puerta y se me puso a hablar de cosas, como si nada, me encendí un cigarro y le seguí escuchando, bueno, o haciendo ver que le escuchaba mientras pensaba "por qué coño se queda ahí plantado", lo miré fijamente y entonces pensé "oh oh", ¿hay la ínfima posibilidad de que se esté planteando subir? <<mi consciencia en vez de tranquilizarme con un "por supuesto que no flipada de la vida" me puso emoticonos de caras preocupadas con boca abierta y medio azules>> y yo me asusté.

- ¿Tienes cerveza arriba? - preguntó.

Ahí si que me quedé posiblemente petrificada, no creo que lograra ni pestañear aunque me cayera una jarra de agua helada por encima. Entonces, una voz femenina un tanto familiar, resonó en mi cabeza.

- ¿Pasáis? - preguntaba la chica, logré reconocer aquellos rizos en seguida, era mi vecina, una tía que follaba más que yo, salía más que yo, iba a correr más que yo y posiblemente era más feliz que yo y ni si quiera había cumplido treinta.

Y ahí me teníais a mi, con el cupcake en una mano (el cual no me había comido porque estaba de dieta desde aquella mañana) mi pecera con Tortuga en la otra y la boca que no lograba pronunciar palabra.

- Nn.. n.. no, no. No pasamos.
- ¿No? - preguntó mister cupcake.
- ¿No? - preguntó mi vecina.
- No - respondí yo.

Y sonreí. Como una gilipollas. Pero más gilipollas aún sería declarada el resto de mi vida. Porque sabía que sería incapaz de salir de aquellos pantalones, y no iba a ocasionar una ridícula escena cómica en el único intento en años del señor cupake de hacerme el amor (porque estaba segura de que el no solo quería follarme). Y caminamos, hacía la puta plaza de al lado, a pedir dos cervezas de lata y a sentarnos en el suelo a bebérnoslas mientras yo me preguntaba si podía ser más desgracia y mientras aquellos vaqueros me estaban dejando casi sin circulación.

Una hora más tarde estaba en mi casa y lo único que tenía de más era un año para la saca y una Tortuga en la estantería. Por si no fuera poco aquella noche me dormí escuchando a mi querida vecina de los rizos como ella sí follaba, si tenía orgasmos, sí hacía el amor con quienquiera que fuese (por ahí entraban y salían muchos hombres). 

Como no podía dormir empecé mi plan para adelgazar. Cogí el cupcake, le quité la vela, lo puse en un platito muy mono de topos rosas y se lo dejé a mi vecina en la puerta. De regalo. Para ella que si cabía en sus hermosos pantalones.

Yo no pude dormir en toda la noche pensando en qué quería exactamente el Mister. Quizá solo quería subir a tomar algo y charlar en el sofá y yo me había asustado demasiado pronto. Después de pasar varias horas analizando los detalles sentada en el sofá decidí ir a ponerme el pijama. Genial, tuve que romper a tijerazos los vaqueros porque no había forma de salir de allí. ¿Os imagináis la escena como hubiera sido si realmente hubiera subido decidido a hacerme el amor? << Mi consciencia me mira y niega con la cabeza con aires de superioridad.>> de acuerdo, basta de películas absurdas. Buenas noches, y felices treinta primaveras.