jueves, 24 de abril de 2014

No jugábamos en la misma cancha

Los hombres (aquellos seres extraños) o la mayoría de ellos, se desviven por el deporte, enloquecen, desvarían. Bueno, quien dice deporte dice FÚTBOL. Lo dejan TODO a un lado, y cuando digo todo es TODO (en mayúsculas) incluyendo en ese todo su otra gran fascinación: el sexo.
¿Qué les pondrá tanto dentro de esa pantalla...en aquella masa de hombres en busca de una pelota...? "Asia Martínez: no intentes comprender a los hombres" dice siempre mi madre. "No hablan el mismo idioma".
Así que no intento entenderlos, si hay partido yo también soy feliz. Lo único que sé es que me encanta beber cerves mientras el ruido del estadio pasa a formar parte de mi banda sonora y yo me concentro en comerme los quicos, palitos y cilindros y dejar a un lado los garbanzos y las pasas, sobresaltándome cada vez que se oye "gol" y un terremoto casi echa el bar a bajo. Luego sigo con mi experimento. Acabo harta de quicos y con ganas de vomitar. Pero pido otra cerve y la vida sigue. Bueno... creo que me estoy yendo por las ramas. Lo único que me importa de todo esto es que los futbolistas estan TREMENDOS.

Así pues, en mi lista de hombres con los que quiero acostarme mientras no puedo acostarme con mi jefe (que ya había pasado a formar parte de mi nevera, junto a los anuncios de pizza, chino y peggy sue a domicilio <<el peggy sue nunca llegaba hasta mi casa.... :( >>) redondeé la palabra futbolista.

Sería mi primera víctima, básicamente porque era lo más fácil para mi, ya que había conocido a muchos últimamente en mis excursiones de gimnasio en gimnasio aprovechando los "un día de prueba gratuito" (incluso en una de estas vi al "Duque", pero pensé que eso ya era demasiado).

Tenía futbolistas para elegir. Sí. No me puedo quejar en este tema ya que nunca he tenido problemas para que se fijen en mí, aunque eso ocasione luego una multitud de nuevos inconvenientes (pero AHORA no viene al caso).
Decidí apostar por NACHO, ¿Por qué? Porque era más alto que yo, más seguro de si mismo que yo, y más divertido que yo. Eso me haría sentir pequeñita, protegida y vulnerable... (y eso en cuanto lo pensé me entusiasmó!).
Él día que lo conocí él hacía pesas mientras yo pedaleaba.
Cada vez que él  levantaba una pesa, yo pedaleaba con más fuerza.
Otra pesa.
Más pedaleo.
Pesa, pedaleo, pesa, pedaleo, pesa, pedaleo. Pesa ¡¡Mareo!!
Oh no. Salí de la bicicleta y todo se volvió borroso y caí redonda al suelo. Creo que mientras Nacho me echaba agua por la cara yo aún pedaleaba en el aire.
Todo fue muy patético pero ese día me fui a casa con el número de Nacho en mi agenda. Así que ahora, tenía ¡un número para marcar!

Esa tarde no fumé ni un cigarro, pues a los futbolistas no les gusta nada el tabaco. (oh, si es el hombre de tu vida tendrás una excusa para dejar de fumar) (No bucas el hombre de tu vida! Buscas un polvo) (Ah, si, cierto) <<las voces de mi cabeza a veces hablaban entre ellas>>.

Cuando quedé con él, todavía me pareció más guapo, más alto, más seguro y lo de divertido aún no estaba segura... fuimos a un bar de cócteles. Por suerte no había frutos secos y no me volví loca con mis técnicas de separación de productos no químicos. Nos pusieron ositos haribo y me fuí comiendo uno detrás de otro mientras conversábamos de nuestras cosas.
Nacho no tocó ni un osito, sólo habló de gimnasio, de la fuerza de sus brazos, de sus dietas, de sus aptitudes y de su época de trabajador como gogó del Bora Bora de Sabadell.
Yo le conté que trabajaba en una tienda de cupcakes (error! error! sonrisa del jefe en la retina), que vivía sola (bien, que sepa que hay sitio para el sexo) y que tenía una vecina que le iba mucho la juerga porque solía escuchar gemidos desde casa. (Eso le hizo mucha gracia).

Cuando acabé con todos los ositos y también con el cóctel, me di cuenta que aunque yo fuera más bajita, me quería más a mi misma, era más divertida que él y que posiblemente no me apetecería quedar nunca para una segunda cita.
Nacho no me aportaba nada en absoluto.
Bueno, quien dice nada... dice "casi nada", en cuanto salimos le invité directamente a mi casa.
Aceptó. (¡más le valía!)

¡Al fin un polvo de esos que te quitan el hipo! (Al fin, al fin al fin) <<mis voces bailaban la conga>>
Detrás de ese cuerpo y esos brazacos también había un miembro considerable (¡menos mal!) <<ahora bailaban el gangnam style>>. Tan considerable que el condón que aporté de mi intacta colección se rompió en cuanto eso explosionó.

¿¿¿¿¿¡¿Por qué?!??????? ¿¿No podía tener sexo NORMAL y CORRIENTE??
Acabé la noche en la farmacia de guardia.
Mientras esperábamos, pasó un tipo de pelo rizado (muy rizado) y fijó los ojos en mí, manteniendo la mirada unos segundos más de lo normal.
Nacho, que se dio cuenta, gritó:
- ¡Capullo! Dónde coño miras? A ver si te vas a quedar tu con el hijo!!
Tragué saliva cuando escuché la palabra "hijo".

Esa noche cené pastilla del día después. Me tiré en el sofá, no sin antes ir a la nevera (ahora ya vacía después de haber acabado el día antes con el último yogur natural caducado) y taché futbolista.
Sonreí, a pesar de todo, había conseguido lo que quería. Aunque la próxima vez tendría que aprender a parar mejor los goles.





De Nacho, no hacía falta saber nada más. Si algo estaba claro es que ese chico y yo... no jugábamos en la misma cancha. (¿Cancha? Bua, eso creo que es de basquet o de tenis, pero me gustaba esa palabra). Cancha, cancha, cancha, cancha, cancha. Ahora ya no tenía ningún sentido.

martes, 22 de abril de 2014

Mister (universo) cupkeriano

Me llamo Asia Martínez, soy abogada especialista en recursos humanos y nunca he llevado una bandeja. 
Mi vida era sencilla.
Tranquila.
Fácil,
...pero no era feliz.
Así que lo dejé todo: novio de toda la vida, casa de toda la vida (con el novio de toda la vida) y trabajo de toda la vida (con un jefe "padre del novio de toda la vida").



Martes, 10 de la mañana.
El camarero más guapo del universo (sí, ya no del mundo no, u-ni-ver-so) me esperaba para pasar mi prueba como camarera en una tienda de hermosos cupcakes. ¡Que divertido! (ironía). Mientras andaba hacía mi nuevo trabajo, por mi cabeza pasaban imágenes graciosas de cómo podría transcurrir aquella mañana, elegí la más ridícula y me reí en alto de mi misma (me vi tropezar y caer encima de todos los cupcakes convirtiéndome en un ser multicolor - eso si, muy dulce -).

- ¡ Asia ! Pero dónde...¿vas? ¿Ya te estás escapando?

Ahí estaba él. Mister universo cupkeriano.

- No... es que ¡acabo de pensar que prefiero vender gorros!
- Sombreros - me corrigió de nuevo esbozando aquella maravillosa sonrisa.
- Sombreros Mister, sombreros.
- Soy Pol, encantado. ¿Pasas y te cuento un poco?

"Cuéntame lo que quieras Pol" pensé. Cuéntame cómo pasó, cuéntame un cuento o cuéntame tu vida que yo te escucharé cualquier cosa que digas. Ay Diós. Asia, desvarías.
Mientras Pol me contaba cosas básicas, yo me desconcentraba por momentos deambulando en mis propios pensamientos ¿Habría llevado aparatos en los dientes? ¿Serían muy guapos sus padres de jóvenes para crear un ser así? ¿Tendría un hermano parecido a él por si él jamás se fijaba en mí? ¿Podría sobrevivir a aquél OLOR A CUPCAKE sin volverme loca y empezar a comer como una ansias en mis días de regla o depresión? ¿Y en los de depresión por regla?

En los de depresión por regla necesitaría ración doble.

Ester sin H me había dicho que quedaba rotundamente prohibido trabajar en una tienda de ropa porque te acabas gastando el 80% de tu sueldo en la propia ropa de la tienda porque te hacen un descuento considerable. Yo había echado el currículum en Primark, por si acaso, que como es tan barato, si encima me hacen descuento, podría comprar pijamas de panda con capucha por un euro y estar calentita en los días de sofá y manta (sin manta, porque con el pijama de panda sería suficiente).

Ester no dijo nada sobre si quería gastarme el sueldo de la cafetería cupcakeriana en cupcakes. Y yo quería gastarlo. Estaba sintiendo impulsos locos de comerme todos los cupcakes de la tienda ¡Ahá! ¡Seguro que me tenía que venir la regla!

- ¿Alguna duda? - concluyó Pol.
- ¿El cupcake de oreo, sabe realmente a galleta oreo auténtica?

Pol se rió. Deduzco que pensaría que se trataba de un chiste. No era el caso. De repente olvidé las tonterías y traté de sacar mi parte madura y responsable (prometo: la tengo) y aguanté la mañana como una campeona. Despacio, pausas, calma. Pero muy atenta con los clientes y siempre manteniendo la sonrisa en la boca.

Al terminar el día nos sentamos. Agotados. Bueno, él no se, agotada "yo".
- No habías trabajado antes en hostelería ¿Verdad?

Cuando alguien utiliza un "¿verdad?" antes que un "¿no?" no deja lugar a una respuesta contraria.
Confesé, cual corderito asustado temiendo por su futuro. Pero me dijo que esperaba que mañana volviera con la misma energía y la misma sonrisa. (¡Le gusta mi sonrisa! ¿Podrían nuestras sonrisas formar una sonrisa perfecta? ¡Hijos con sonrisas perfectas! - Basta de delirar. Stop.)

Antes de que saliera por la puerta, me llamó una vez más y me regaló un cupcake de oreo, todo un detallazo.

- Para que lo compruebes tu misma - añadió con su sonrisa de despedida. (Sí, Pol tenía colección de sonrisas: sonrisa de buenos días, sonrisa de que bien lo estás haciendo, sonrisa de ten cuidado no se te caiga la bandeja o te mato, sonrisa de te equivocas de mesa, y así hasta la eternidad...)

Y Asia, tonta de Asia volví a casa comiéndome el cupcake como pude, manchándome manos, cara y camiseta (para variar) y sin quitarme a este hombre de la cabeza.

Pero....¡no! No podía tirarme a mi jefe.
Había llegado la primavera.
Y esto no tenía ninguna pinta de desembocar en sexo.
Como siempre todos los caminos que seguía desde que había llegado a ese nuevo bloque de Barcelona me llevaban al mismo lugar. Soledad en casa. Será por lo de que todos los caminos llevan a Roma. Pero yo no quería ir a Roma, yo solo quería echar un polvo.

Esa noche cené en el sofá lo que quedaba en mi nevera, un yogur caducado de hacía un mes. Me dije a mi misma que no pasaba nada. Puse una de mis películas preferidas "Mi vida sin mi" y decidí que había llegado el momento de hacer la lista de tipos de hombres con los que quería acostarme  mientras no podía tirarme a mi jefe.
Eso es.

Escribí 9:
- Un futbolista
- Un universitario
- Un mago (sí, un mago).
- Un empresario
- Un hipster
- Un skater
- Un tío con el pelo muy muy rizado, como si pareciera una peluca
- Un actor
- Un vecino
-

Y después de esta absurda lista a la que "quizá/s" jamás le haría el mínimo caso, escribí en mayúsculas: MISTER (Universo) CUPKERIANO.

Esbocé una sonrisa, suspiré y me quedé dormida en el sofá, mientras "mi vida sin mi" seguía transcurriendo allí, sin mi... valga la redundancia.